El pasado Lunes retrocedí en el máquina del tiempo de Renault para saborear un poco de otra época. Una época en la que el automovilismo estaba en pleno auge y los coches no eran como los de hoy en día. Algunos apodados “matapijos” o “culogordos”, estos coches no te daban cuartel, si querías sacarles jugo había que poseer unas manos prodigiosas y tener un tacto en los pies extraordinario. Estos coches forjaron a pilotos de hierro como Jean Ragnotti, apodado Jeannot. Jean es un piloto de rallyes francés ahora retirado que durante su larga carrera como piloto de Rally se convirtió en una figura de culto para la marca Renault y para Francia en general.
Ya había oído hablar de él anteriormente como uno de los gurús del Campeonato Mundial de Rally, pero jamás me imaginé que fuera a encontrarme con él cara a cara. También es verdad que en un evento como este es normal que haya presencia algún piloto, y Ragnotti no se pierde una a sus ya 70 años. Bueno una vez llegamos a Orly, pusimos rumbo al circuito de Montlehry, la verdad es que me quedé atónito con las paredes del óvalo, nunca había visto en directo un “Autodromo” como este, y pensar que al cabo de un rato iba a pasar por ahí con estos coches me sumió en una nube de la que no quería salir.
Cuando llegó la hora de la verdad, nos dejaron varios modelos para conducir, entre ellos se encontraban el Dauphine, el 44, varios R5 Turbo Alpine, un R8-Gordini y un Montecarlo. Sólo me quedé con las ganas de probar el 44 y de algunos R5, pero el que pude sí tuve en mis manos me hizo preguntar inocentemente al bajar del coche “¿Por cuánto me puede salir uno de estos?”, la respuesta fue “Si consigues encontrar uno que esté restaurable…quedan muy pocos, muchos han ido pereciendo a lo largo de los años por culpa de accidentes”. Y algo que me cautivó de este R5 es que el coche, salvo por las pegatinas, no parecía muy “gordo” a primera vista, pero sin duda tenía fondo suficiente como para llegar a asustar.
El Dauphine me pareció que estaba muy bien, pero no terminó de encajar con mis gustos. Mirándolo objetivamente me pareció que para su época el coche estaba muy avanzado y no iba nada mal. Con este me di cuenta de las facilidades que tenemos ahora, asientos ajustables en todos los sentidos, retrovisores de tamaño considerable, unos limpias que van rapidísimo, en fin, que antes había que tener valor y conocimiento para poder llevar estos vehículos al límite.
El R8-gordini iba muy fino, y su exterior me pareció precioso, con sus 4 faros y esa pintura azul pitufo. El Montecarlo me dio ganas de ir a liquidar a alguien con una “Tommy-Gun” y un gorro de ala corta porque era de color negro, con ese estilo tan señorial y un rugido de motor que hoy en día impresiona bastante. Jean Ragnotti nos hizo una “demo” con su R5 (este no lo podíamos tocar, que solo hay uno) y como la pista estaba mojada (más bien encharcada) se dio el lujo de ponerse a hacer 360º por la recta. Viendo la facilidad con la que él hacía todo eso llegué a pensar que la maniobra 360º era fácil y todo…(pero no).
Lo cierto es que conducir un clásico como los que nos han dejado llevar es un placer, una satisfacción y un orgullo, y cualquiera que tenga clásicos en propiedad o los haya probado seguro que puede dar Fé de esto.