Últimamente estamos metiendo la cabeza en clubs exclusivos del automovilismo, la 6to6, el Rock&Road, pero en esta ocasión os vamos a hablar de un club que aún está en su fase natal, el German Motor Owners Madrid.
Este club es por ahora mucho más pequeño que los otros, se podría categorizar como una reunión de amigos apasionados al motor, particularmente a Mercedes y BMW. Aunque pueda parecer el típico, este club se creó con la intención de unir a los fans de dos marcas rivales para erradicar los “malos rollos” que suele haber entre algunos aficionados incondicionales. Se trata de hacer piña, de unir a la gente del motor en un sitio y hacer que se disfrute sin medida. Como ya sabéis en CAR no nos gustan las “macarradas”, y por ello os hablamos hoy de este grupo en particular.
Es un placer ver como un club pequeño con gente normal aficionada al motor consigue mantener a raya todos esos aspectos que convierten un día de disfrute en una locura: carreras, piques, el clásico “a ver quién puede más”, derrapes y “quemarruedas”. Todo esto va en contra de lo que se pretende aquí, porque de lo que se trata es de convertir un domingo de jugar a la Play Station, siesta y holgazanería en una experiencia única con gente como tú.
Debo decir que me lo pasé como un enano, viendo máquinas de muchas generaciones, desde un BMW 850 impoluto hasta un Mercedes CLK 65 AMG, pasando por un Mercedes 190 en pleno proceso de restauración y preparación, BMW’s E36, E46, E90, un Mercedes SLK 350 y muchos otros, un total de 27 vehículos asistieron a la primera parte de la jornada, esto consistía en aparcar en la zona habitual de quedadas de Kinepolis, allí pudimos ver en detalle todos los vehículos, cada uno tenía sus detalles a enseñar, y los dueños estaban encantados de hablar de ellos y contar sus historias y anécdotas, las horas pasaron volando al sol y más de uno acabamos con la cabeza, cuello y brazos de color “Rojo Ferrari”, pero eso no importa cuando has disfrutado tanto con esta gente maravillosa.
Si alguno conoce o juega al Rugby, sabrá de calle que existen 3 tiempos, en esto es igual, primero quedas con todos y estás un buen rato hablando y comentando, después llega el segundo tiempo y te vas a hacer la ruta programada, y después viene el tercero, que es la comilona en el punto de destino, que suele ser en la plaza de algún pueblo bonito y con encanto, en este caso, Cebreros.
Vamos por la ruta, dado que paso los fines de semana en este acogedor pueblo de Ávila, los organizadores dejaron a mi elección la ruta a seguir (lo cual agradezco muchísimo porque me ha permitido disfrutar de una forma diferente de esos asfaltos) la opción que elegí fue la de ir por la M-501 hasta Navas del Rey, para después desviarnos hacia Robledo de Chavela, y más tarde tomar dirección Cebreros, esa carretera tiene mucho encanto, en el tramo entre Navas y Robledo hay un par de horquillas muy cerradas que preceden a las largas rectas entre pinos, con la pinocha arrastrándose por el rebufo de cada coche que pasa…
El siguiente tramo es el que ya va directo hasta cebreros. Aquí es donde más se disfruta, ni siquiera hay que pasarse de la raya, es una de esas carreteras que están limitadas a 90Km/h, pero que el cuerpo no te pide ir a más, a 85/90Km/h disfrutas de las curvas, puedes ver los paisajes… Lo cierto es que ver detrás de ti tantos coches y saber qué vais todos juntos es una sensación bastante bonita.
Hay un momento en el tras una recta, llega una curva a derechas en subida, que da paso a otra recta, y justo en plena curva se produce el cambio de la Comunidad de Madrid a Castilla y León, por lo que el asfalto cambia para bien bruscamente. Entonces llega una zona de horquillas rápidas y chicanes bien peraltadas, con buenos arcenes y con asfalto nuevo, la pena es las vistas, ya que hace un año a alguien se le ocurrió la feliz idea de hacer una barbacoa en verano en pleno campo, y bueno, no queda mucho en pié. Pero la carretera sigue siendo una pasada.
Una vez en Cebreros, les aviso que vamos a hacer el puerto de Arrebatacapas, una carretera con algunas zonas donde parar a hacer fotos y con muy poco tráfico, por lo tanto sin posibilidad de molestar a nadie, además las vistas ahí son preciosas.
Y ahora ya por fin llega el momento del tercer tiempo, ¡a comer! Aparcamos en la plaza del pueblo y nos sentamos en el Bar Castilla, donde 14 personas tuvieron que llegar rodando hasta sus coches.
La jornada había finalizado ya, pero queda un muy buen recuerdo que desde luego repetiré, y la verdad es que todo aquel aficionado al motor que “sienta los colores” de su marca debería probar, porque pese a la mala fama que algunos clubs han creado por hacer carreras y dedicarse a quemar rueda y hacer ruido en los parkings, otros como este de dedican en cuerpo y alma a que los participantes disfruten del domingo de una forma segura y barata y creo que además, se aprende mucho de los demás, así que no se pierde nada por hacer la prueba. Yo la hice, y creo que seguiré siempre.