La familia Rolls se actualiza para seguir siendo la referencia indiscutible del confort y la excelencia sobre ruedas. Viajamos hasta Ibiza para conocer sus últimas novedades.
Desde el eléctrico Espectre, hasta el SUV Cullinan, pasando por las dos versiones del Ghost… cinco coches y unos dos millones de euros en juego… ¿qué puede salir mal?

Llevo más de veinte años probando coches y, la verdad, cada vez es más complicado hacer algo por primera vez. Si nos olvidamos de las marcas chinas —cada semana aparece una nueva—, Rolls-Royce era de las pocas que se me resistía.
En Ibiza tenemos cinco a elegir: las cromadas del Cullinan, Ghost y Spectre, y las negras que delatan las versiones Black Badge de estos dos últimos. En CAR somos de complicarnos la vida en cuanto podemos y, por eso, mi primera opción es el Rolls-Royce más potente de la historia: el Spectre Black Badge.

Hablemos un poco de ventas. Con 377 unidades, el Spectre fue el Rolls-Royce más vendido en Europa el año pasado—y el segundo en el mundo, solo superado por el Cullinan—.
Parece que a los millonarios no les importa tener un enchufe más en el garaje. No obstante, según la marca, quien tiene un Spectre suele tener unos diez coches más en su colección, de ahí parte de su éxito.
Sin duda, el primer Rolls-Royce eléctrico de la historia es un gran reclamo. En 2023 comenzó la producción del Spectre. Dos años más tarde, la gama se compone de dos modelos: el “normal” y el Black Badge.

Además de ciertos cambios estilísticos —como sus gigantescas llantas de 23 pulgadas o los detalles en negro a lo largo de la carrocería—, la gran diferencia está en el pedal derecho. El primero desarrolla 585 CV y el Black Badge sube hasta los 659 CV.
Puede que esa cifra no impresione demasiado, pero si te digo que entrega 1.075 Nm de par máximo, la cosa cambia. Estos se desatan con un botón situado en el volante, un botón con el símbolo del infinito.

Lo pulsas y tu espalda se pega al asiento con la comodidad de unos asientos dignos del mejor trono de la realeza inglesa. Ese impulso no dura eternamente, porque podríamos vaciar la batería en un santiamén… y quizá también nuestro cerebro. El Spectre Black Badge es capaz de catapultarte hasta los 100 km/h desde parado en apenas 4,1 segundos.

Si eres generoso con el acelerador, los consumos se disparan y, en nuestro caso, subieron hasta los 26,4 kWh/100 km, algo más de los 22,2 kWh/100 km que homologa la marca.
Lleva un motor en cada eje y una batería de 102 kWh con los que es capaz de recorrer más de 400 km sin problemas. Las cifras del Spectre “normal” son similares (21,5 kWh/100 km y 530 km).

Lo que cambia bastante es el precio: 320.000 euros sin impuestos para el Spectre y 382.000 para el Black Badge. Y hablamos sin impuestos, por supuesto.
Este fue el único precio que preguntamos a los responsables de la marca porque ya sabes lo que se dice: “si preguntas por el precio de un Rolls-Royce es que no puedes permitírtelo”.

Cambio de montura
Llegamos a nuestro punto intermedio. Toca una ruta de hora y media desde Santa Eulalia a Casa Jondal, un restaurante paradisíaco a la altura de la firma inglesa, cuyo cubierto medio ronda los 200 euros. Esta no es una presentación normal: es un evento que Rolls-Royce diseña para satisfacer a sus clientes.

Les invita a pasar dos días con un acompañante que no sea propietario para que prueben los distintos modelos y, de paso, venderles algún coche.
Para el trayecto tras la suculenta comida, nos decantamos por el Rolls-Royce Ghost en su versión Black Badge. Las medidas respecto al Spectre son parecidas. Ambos se sustentan sobre la misma plataforma, pero el Ghost mide 7 cm más (5.545 mm) y tiene dos puertas adicionales.

Rolls-Royce Ghost Black Badge
El Ghost monta un motor V12 biturbo de 6,7 litros que desarrolla 570 CV, o 600 CV en el caso del Black Badge. Con semejante potencia, y por muy grande que sea el depósito, la autonomía es similar a la del Spectre: unos 450 km. En nuestro caso, hicimos 17,7 l/100 km. Pero lo repetiríamos mil veces.
Su entrega es tan contundente que por un momento llegamos a dudar de que estábamos en un eléctrico… hasta que escuchamos una gloriosa melodía que emana de esa gigantesca mecánica.

Para sacarle aún más partido, disponemos de un botón en la palanca de cambios, detrás del volante. Es el modo “Low”, que cambia por completo el carácter del coche: la dirección se endurece y el acelerador responde con mayor inmediatez.
Aquí no hay levas tras el volante; solo juegas con acelerador y freno. El coche se somete a tus órdenes como el mejor de los mayordomos: sin inmutarse y sin cuestionar ninguna de nuestras peticiones, por muy peculiares que sean.

Llevo detrás un Spectre y, al cabo de un rato, consigo despegarme de él. Nuestro coche pesa un poco menos —2.565 kg frente a los 2.890 del eléctrico— y se muestra más ágil y equilibrado.
Al principio hay que contener su peso, pero en cuanto le coges confianza a los frenos, se comporta como un compacto deportivo. Quizá por eso sería nuestra elección final, pero no adelantemos acontecimientos.

Fácil, sencillo y de lo más intuitivo
En el interior, las similitudes entre Spectre y Ghost son notables. Todo es bastante analógico y, aunque tenemos pantalla para el salpicadero, el infotainment y un head-up display, también contamos con botones físicos para la climatización, las ventanillas, las puertas… y hasta para el ordenador de a bordo.

No hace falta perder tiempo en menús y submenús para saber cuánto consume tu coche o cuál es la temperatura exterior. En Rolls-Royce saben lo que hacen o, al menos, parecen escuchar a sus clientes.
No sé si me estoy haciendo mayor o me estoy convirtiendo en potencial cliente —más bien lo primero—, pero se agradece lo sencillo que lo ponen todo.

Nunca me había subido a un Rolls y, tras cinco minutos, era como si hubiera tenido uno toda la vida. Se siente un lugar donde todo está en calma y no tienes que preocuparte por nada.
Esa sensación se multiplica por cinco cuando te subes al Cullinan. Es nuestro último coche para terminar la jornada y tenemos que llevarlo hasta el aeropuerto.

La nostalgia empieza a asomar, pero se disipa al instante cuando subimos a nuestro SUV de 5.341 mm —curiosamente, el más pequeño de la familia—, vestido en un llamativo verde “cocina” que le queda como anillo al dedo.
En una burbuja de felicidad absoluta
Durante nuestra jornada por Ibiza, la mayoría de viandantes se asombraban a nuestro paso y solían levantar el pulgar en señal de aprobación.
Con el Cullinan, esos gestos iban acompañados de bocas abiertas que repetían “¡Wow!”. Era como formar parte de un desfile de coronación o de una cabalgata de Reyes… solo nos faltaba lanzar caramelos.

Como decíamos al principio, el Cullinan es el Rolls más vendido. Argumentos no le faltan, y con el ligero restyling que ha recibido recientemente, sus cifras seguirán creciendo.
Pequeños retoques para mantenerse en lo más alto de un segmento donde compite con rivales como el Bentley Bentayga o el Aston Martin DBX.

En cuanto a la mecánica, incorpora también el motor V12: en este caso, 570 CV y 850 Nm, más que suficientes para moverse como en una alfombra mágica capaz de absorber cualquier irregularidad del terreno. Una maravilla tecnológica capaz de desafiar todas las leyes de la física.

El viaje llega a su fin. Aparcamos triunfalmente en el aeropuerto y devolvemos las llaves a nuestro amigo Matthew Chapman —fanático de los coches, del tenis y del Tottenham—, que nos explicó el enorme trabajo que realiza la tracción total para que un coche de 2.735 kg parezca “volar” por el asfalto.

Un grado de satisfacción inconmensurable
Otro inglés ilustre, William Shakespeare, dijo que “la expectativa es la raíz de todas las decepciones”.
Pues bien: sintiéndolo mucho, un natural de Guadalajara, después de haber conducido un Rolls-Royce por primera vez, solo puede llevarle la contraria. Las expectativas eran altas, muy altas, pero el grado de satisfacción ha sido inconmensurable.

Éxtasis en estado puro… hasta que toca devolver las llaves. Ni volar en business de vuelta a casa sirve de alivio. El único consuelo es seguir jugando a la lotería para ver si puedo participar otra vez en uno de estos viajes a lo desconocido.
No pierdas la esperanza, cruza los dedos… puede que me vaya contigo de acompañante.

Bespoke by Rolls-Royce: Spectre Bailey, para el mejor amigo
Una emotiva creación única rinde homenaje al perro de una pareja de clientes estadounidenses. Este exclusivo coupé eléctrico, desarrollado a través del Private Office de Nueva York, muestra hasta dónde puede llegar el programa Bespoke de la marca.

Su carrocería combina el tono Crystal Fusion con el color personalizado Beautiful Bailey, inspirado en el pelaje del animal, mientras que una línea Coachline en oro rosa reproduce su huella.


En el interior, los artesanos han dedicado más de cuatro meses a realizar un retrato en marquetería compuesto por más de 180 piezas de madera, representando con gran realismo el rostro del Labrador-Golden Retriever.

Cada detalle, desde las tonalidades del cuero hasta las incrustaciones de nogal real, evoca la calidez y personalidad de Bailey. Así, el Spectre Bailey se convierte en una conmovedora obra de arte sobre ruedas, símbolo de cariño, memoria y sofisticación.
Cullinan Cosmos, un viaje estelar
Rolls-Royce ha revelado recientemente una pieza única que trasciende el lujo automotriz para rendir homenaje a la inmensidad del universo.

Encargado por una familia a través del Private Office de Dubái, este SUV Bespoke materializa su fascinación por el cosmos con un nivel artístico sin precedentes.
Su gran innovación es el primer Starlight Headliner pintado completamente a mano en la historia de la marca: una recreación etérea de la Vía Láctea elaborada durante 160 horas por un artista interno.

El cielo estrellado, formado con más de 20 capas de pintura acrílica y perforaciones de fibra óptica, envuelve el habitáculo en una atmósfera de calma y asombro.
El exterior, acabado en Arabescato Pearl con líneas gemelas en Charles Blue, refleja el brillo lunar sobre un cielo de medianoche, mientras que el interior combina pieles en Grace White y Charles Blue con detalles en Piano White, evocando la pureza de las naves espaciales.

Cada costura, pincelada y luz recrea la serenidad del espacio profundo. Con el Cullinan Cosmos, Rolls-Royce reafirma su maestría en convertir los sueños de sus clientes más visionarios en auténticas obras de arte rodantes.









