El riesgo de caer en el exceso siempre está presente en la vida del ser humano. Como un peligro, pero también como una invitación a la emoción y al placer, a vivir más. Si vas por la calle y ves un 911, lo normal es mirarlo; si es un 911 “pata negra” lo miras mucho, y si ves cuatro o cinco juntos, quieres saber que se está cociendo. Pero si tienes delante miles de ellos de todo tipo, solo puedes respirar hondo, sonreír y aprovechar el momento. Hemos pasado tres días en la VI Reensport Reunion en Laguna Seca y hemos vuelto más porschistas, si cabe, que nunca.
La acumulación de maravillas por metro cuadrado es tan abrumadora que, una vez en España, lo más difícil es hacer la selección de lo que queremos contar. Porque de cada coche se podría escribir un libro entero.
Monterey es una pequeña localidad al norte de California. Como casi todos los pueblos del Estado fue fundado por españoles, y es muy conocida por los amantes del motor. Primero por la cercanía del circuito de Laguna Seca, y también porque en agosto se celebra la Car Week, que incluye el concurso de elegancia en el campo de golf de Pebble Beach.
A finales de septiembre las mañanas son frescas por aquí. Amanece con una ligera neblina y poco a poco el sol va iluminando un paisaje idílico: casas de madera sin verjas, palmeras y verdes praderas. Hay gente corriendo o montando en bici, tiendas de antigüedades y un gran muelle de madera con tiendas y restaurantes. También es fácil ver leones marinos y pelícanos. Salimos a las 7.30 del hotel y vamos a desayunar a una antigua nave de latas de conserva convertida en restaurante. Disfrutamos de todo lo que vemos y oímos, como esos grandes pick up con motor V8.
Junto a la entrada de una bonita casa donde se lee “Historic Architect” hay aparcado un enorme Chevrolet Wagon de 1950 junto a un 911 de los ochenta color yema. Y poco a poco vamos viendo más y más Porsche que salen de los hoteles o van acelerando por las avenidas. Parejas, padres con hijos, amigos o tipos solos, son los miembros de la comunidad Porsche que, como nosotros, van hacia el circuito de Laguna Seca. Son una familia increíblemente numerosa, y solo el Porsche Club of America (PCA) cuenta con más de 100.000 socios.
Siempre se ha dicho que California es el área del planeta con más Porsche por centímetro cuadrado, y el lugar idóneo por tanto para celebrar la sexta Rennsport Reunion (Rennsport significa carreras o deporte de motor). El anterior evento de este tipo se celebró también en Laguna Seca en 2015.
‘Paddock’

La gloriosa jornada comienza con un paseo por el paddock, y ya se sabe que en América todo es a lo grande. Si vas al Jarama un día en el que se reúne el Club Porsche España, igual tienes suerte y ves un 959. Aquí, bajo una gran carpa puede haber quince, con un cartel se puede leer “959 Only”. Nos encontramos por allí con un amigo español que no se pierde una, y al que solemos ver en el Salón de Ginebra y en Autobello.
Nos contó que el día antes había visitado el taller de Canepa, el reputado especialista en Porsche clásicos de competición: “Tío, tenían nueve 959”. Esto se debe a que el 959 no se vendió oficialmente en EE UU, y para poder circular por allí legalmente deben ser modificados para cumplir con las emisiones. Canepa además ofrece evoluciones para aumentar su rendimiento, que puede llegar hasta los 760 CV (450 de serie).
Así uno se va acostumbrando a que, por aquí, las maravillas abundan. Achim Stejskal, el entusiasta director del museo Porsche (ver entrevista), nos revela que han llevado hasta Laguna Seca 15 coches “pata negra”, pero hay por el circuito muchos más que son de clientes privados… 906, 910, 917, 962, 911 RSR… Vemos a un tipo que se ha llevado sus tres 935 negros “Interscope”, decorados igual. Otro ejemplo es Kevin Jeanette, entusiasta de 65 años y célebre piloto, restaurador y dueño del equipo Gunnar Racing, que ha traído más de veinte coches de carreras: “La mayoría de ellos pertenecen a amigos, solo unos cuantos son míos”, dice.
Cuando los cuenta confiesa: “Bueno, algo más de unos pocos son míos. Simplemente lo necesito, adoro la competición. Para mí la Rennsport es una oportunidad única de transmitir mi pasión por las carreras a la gente joven (su hijo rodó con un RS Spyder)”. Y todo muy natural, con esa simpatía típica de los estadounidenses.
Igual que cuando nos encontramos por el paddock con Jam Koum, el fundador de WhatsApp. Inicialmente le pillamos ocupado, pero luego se disculpó por no haber podido atendernos antes. Como nuestros lectores sabrán, vendió su empresa a Facebook por 19.000 millones de dólares y es un loco de los 911. También es la viva imagen del sueño americano: llegó desde Ucrania a EE UU en 1992 con su madre, y para salir adelante ella planchaba y él limpiaba un supermercado. Parece que ya ha encargado un 911 Singer DLS, y esta vez no se trajo al evento el 993 GT2 por el que pagó dos millones en una subasta.
También hay muchos tipos que no son ricos y van con sus coches de calle preparados a diferentes niveles, incluyendo Boxster, Cayman o 944. Ya se sabe que en Porsche la separación entre los coches de carretera y los de carreras es a veces muy fina. Chris Murray ha traído al circuito su Boxster S de 2000 decorado como un coche patrulla highway patrol, con el motor 3.4 de un 911, alerón enorme y la suspensión modificada.
Actividades en pista
Con el fin de que, en cada carrera, los coches en pista fueran más o menos similares, se organizaron siete grupos según los modelos. Jueves y viernes hubo rondas de entrenamientos y el sábado y domingo, las carreras.
El primer grupo, el PCA Sholar-Friedman Cup, estaba reservado a los miembros del PCA (Porsche Club of America) con coches preparados para circuito. En este grupo rodaron una amalgama de deportivos de todo tipo, desde varios 911 de los setenta a modernos Boxster y Cayman, pasando por 996 Cup o 997 GT3. Para participar en el Grupo 2, Werks Trophy, había que tener la cartera más llena. En él se reunieron modelos de motor central de los años sesenta, hoy cotizadísimos: 904, 906, 910, 907, 908, 908/2, 908/3, 909 y los venerados 917.
En el Grupo 3, Eifel Trophy, se integraron los 911 clásicos de los años sesenta, hasta 2.5 litros, y los 914 y 914/6. Bastante más rápidos y estruendosos fueron los Grupo 4 de la Weissach Cup, con 911 de más de 2.5 litros: RSR, 3.0 RSR, 2.1 Turbo, 934, 935, 936, 924 GTS y GTR. Los amantes de los Porsche más veteranos encontraron sitio en la Gmund Cup (Grupo 5), para los 356, 550, RSK, RS60 y todo tipo de modelos extraños artesanales de la época basados en el 356.
El plato fuerte para el público
Sin duda fue el Grupo 6, la Stuttgart Cup, reservada a los sport prototipos de resistencia, como los numerosos 956 y 962, los modernos RS Spyder o el Riley Daytona Prototype MK XI. Mucho color también en la Flacht Cup, donde compitieron 911 GT de carreras tipo 964, 993, 996 y 997. Este tipo de eventos no son como las carreras normales, ya que hay mucha diferencia entre coches y también entre pilotos. Y también suele haber pilotos rápidos en coches lentos, y viceversa. Esto queda patente viendo los tiempos por vuelta: en la carrera de Grupo 6, el mejor 962C se clasificó tercero, y en su mejor vuelta marcó 1:24.4. En el puesto décimo primero acabó otro 962C, con una vuelta rápida en 1:33.5.
Para facilitar el movimiento de los aficionados por el circuito Porsche organizó un servicio de transporte para los visitantes desde el paddock hasta el mítico “sacacorchos”, las famosas curvas enlazadas en forma de S y en pendiente descendente. Pero no se usaron furgonetas, sino Panamera Turbo decorados como célebres coches de Le Mans, al estilo del 917 Pink Pig o con los colores de Rothmans. El espíritu racing lo invadía todo, e incluso una de las chicas que conducía nos preguntó: “¿Queréis que le de caña?”… Obvio.
En la plaza central los aficionados pudimos disfrutar de un escenario para conciertos, donde también fueron entrevistados pilotos legendarios y donde se presentó el nuevo 935. Y en EE UU nunca faltan los puestos de hamburguesas y perritos calientes. Lo más interesante fueron las cervezas Porsche que se inventaron los responsables de la firma English Ales Brewery, de Marina (California).
Un servidor llegaba a la barra asumiendo que no tendrían Mahou, pero sí te ponían una “Rennsporter” o una “Stuttgart Ale”, te ibas igualmente contento. Dicen que si a un hombre le quitas sus vicios se queda en nada, y quizá tengan razón. A estas alturas ya no sabemos si Porsche es una marca, una adicción o un estado mental, pero está claro que sin ellos el mundo sería mucho más aburrido.