Para comprender Lexus, primero hay que mirar a Sony. Hubo un tiempo en que “Made in Japan” no evocaba calidad ni sofisticación, sino todo lo contrario. Era una etiqueta que susurraba dudas, no excelencia. Durante décadas, la industria japonesa fue vista como un mero imitador de Occidente.
Pero Sony lo cambió todo. Akio Morita entendió que el problema de la industria nipona no era la falta de talento, sino la percepción. No se trataba solo de fabricar productos funcionales, sino de redefinir el estándar de calidad.
Toyota soñaba con ese estatus cuando decidió crear Lexus. Corría 1989 y el Toyota Corolla se había convertido en el coche más vendido del planeta. Pero vender mucho no es lo mismo que ser el mejor. Toyota no quería limitarse a fabricar el coche más popular; aspiraba a crear el mejor coche del mundo.
Nace el Lexus LS
Y ahí estaba el reto: Toyota quería despertar deseo con un sedán de lujo, pero nadie soñaba con un Corolla de gran tamaño. Así que hizo lo que hacen los visionarios: creó una marca nueva.
El primer Lexus LS tenía una silueta que recordaba claramente al Mercedes-Benz Clase S W126. No era una copia, pero tampoco una ruptura con la tradición. La innovación no estaba en su diseño, sino en su ejecución.
El LS no se conformaba con ser un coche de lujo; era una oda a la serenidad, un poema mecánico esculpido con la precisión de un relojero japonés. Sus ingenieros se obsesionaron con el detalle. No era simplemente un ejercicio de precisión; era una religión.
Un equipo de 1.400 ingenieros trabajó en el proyecto. Se invirtieron más de 1.000 millones de dólares y los 450 prototipos recorrieron más de 4 millones de km. En el anuncio de TV, se colocó una pirámide de copas de champán sobre el capó, mientras el LS 400 aceleraba hasta 240 km/h.

Una nueva definición de lujo
La experiencia de conducción del Lexus LS es la manifestación de una filosofía de lujo distinta. No hay estridencias ni sobresaltos, solo un equilibrio perfecto entre potencia, aislamiento y refinamiento.
La insonorización es excepcional, hasta el punto de que la carretera parece desvanecerse. La aceleración es lineal, sin brusquedades, con una suavidad que recuerda a la de un tren de alta velocidad deslizándose sobre raíles invisibles.


Cada componente del LS ha sido concebido con un nivel de obsesión que roza la artesanía. No es un lujo ostentoso ni llamativo, sino una sofisticación contenida, meticulosa, en la que cada interacción ha sido calibrada para transmitir una sensación de calidad atemporal.
El paso del tiempo
El LS, que en su día fue la declaración de intenciones de Lexus para desafiar el dominio de las berlinas alemanas, ha visto cómo su papel en el mercado se ha ido desdibujando.
Más que un ocaso, lo del LS es una evolución inevitable.