Admitámoslo, si este Ford Focus no estuviera pintado en Orange Fury, a primera vista no lo habríamos identificado como el nuevo ST. Y esta identidad modesta es una muestra del buen balance que Ford ha conseguido con este ST.
Luce incluso más discreto cuando está junto a los dos rivales de hoy, el Volkswagen Golf GTI TCR, la forma definitiva del que empezó todo esto, pues el Golf de octava generación ya está aquí; y el Hyundai i30 N, la sorpresa del último lustro, una invasión coreana que nos dejó un gran sabor y que merecía volver a salir a pista.

Sutil es la palabra ideal para definir el aspecto de un Focus que sin su piel naranja solo se identificaría como un ST por las pinzas de freno rojas, el alerón, las llantas y la doble salida de escape trasera, obviando los emblemas ST. Historia que se repite dentro. Nada más abrir poco nos choca con respecto a un Focus normal, botones sencillos pero todo muy ergonómico. Podemos conseguir una posición de conducción baja e ideal, tenemos una pantalla multimedia alta, con gráficos sencillos pero rápida de usar y controles de ventilación sin complejidades.
Sin embargo, los detalles que lo separan de un ST-Line son sublimes, como los asientos Recaro, los mejores del trío, y los botones del volante con el botón S, de “Sport”, separado del resto. El anterior ST no tenía modos, pero aquí aparte del “Resbaladizo”, “Normal”, “Sport”, y “Track” si pagamos el Pack Performance, echamos en falta uno personalizable. Al volante todas estas minucias pasan a segundo plano. En primera instancia el ST nos trae recuerdos del RS anterior. Y es que usa el motor 2.3 litros EcoBoost turbo de cuatro cilindros, solo que aquí rinde 280 CV, lo que le permite sobre el papel ser más rápido en el 0 a 100 km/h que el Hyundai (6,1) y casi igual que el Golf (5,6), con 5,7 segundos.
En cuanto al sonido, pega unos petardeos en modo “Sport” cuando cambiamos de marcha, poniendo una sonrisa en nuestra cara. Dentro, el ruido es digitalmente amplificado y suena mejor que otros rivales que emiten efectos más artificiales. Rápidamente percibes un embrague de recorrido corto, peso adecuado y una palanca de cambios que ofrece la resistencia justa para cambiar. El Pack Performance también añade un sistema de punta tacón automático, pero es desconectable.
El ratio de giro es un 15% más rápido que en un Focus normal, y esta versión cinco puertas, no así en el familiar, lleva amortiguadores adaptativos de serie. La joya de la corona es el diferencial autoblocante mecánico de control electrónico, que ayuda a que el volante no se vuelva loco acelerando a fondo.

Todo ello contribuye a hacer del Ford Focus ST el coche más ágil del grupo. La dirección, aún siendo más rápida que en un Fiesta ST, no se siente nerviosa. Es tan rápida que puedes mantener las manos a las tres menos cuarto incluso en curvas de 90 grados. En pista, esto le hace el más preciso en curvas medias y con el frontal más ansioso de todos; el diferencial es el menos intrusivo de los tres, siguiendo tu trazada con gentileza y dando confianza. En carretera esto se traduce en aceleraciones donde en otros casos pisarías el freno por miedo. Y eso que este tiene frenos de verdad. Incluso después de un día intenso en circuito y unas cuantas
carreteras con curvas no hubo signos de fatiga por parte de los discos de 330 mm delante y 302 mm detrás, aunque pueden llegar a ser demasiado incisivos para diario.

Los amortiguadores adaptativos son igualmente impresionantes, lo suficientemente cómodos para un día a día lleno de agujeros en el asfalto, pero en modo “Sport” y “Track” la dureza aumenta, y el equilibrio se vuelve muy rentable cuando se trata de exprimir el rendimiento del ST al máximo, convirtiéndose en el más satisfactorio al volante. Todo ese aspecto sutil se siente irrelevante cuando un coche se disfruta tanto al volante, un disfrute que se aplica tanto en circuito como en carretera. Tiene una precisión que hace que en cada jornada te sientas conectado con el Ford Focus ST y puedas explorar su considerable potencial una y otra vez.
Vuelta a los orígenes
El último ¡hurrah! del Golf GTI Mk 7.5 es esta versión inspirada en los coches de carreras de Volkswagen. Las diferencias con respecto a un GTI con el Pack Performance son bastante duras. La más importante es que el motor 2.0 litros gana 45 CV, llegando a 290 CV, y tenemos un diferencial mecánico y frenos perforados de serie. No hay manual, solo el DSG-7. Este GTI lleva un par de añadidos estéticos como el labio frontal, la prolongación del alerón, y los vinilos de las puertas opcionales.

El familiar interior presenta unos asientos con un nuevo estampado geométrico y detalles rojos en cinturón, asientos, panales, pomo o el volante de cuero perforado, pero seguimos sin asientos bácquet en opción. Sí tenemos instrumentación digital, pedales con aluminio y un interior bien rematado en conjunto. En ciudad, el Golf tiene el chasis más flexible del test. Incluso con las llantas de 19” en lugar de 18”, el Dynamic Chasis Control, opcional, ofrece un modo “Comfort” que cumple con su nombre, y a diario es casi como cualquier Golf automático.
Quizás sea demasiado civilizado para lo que sus siglas indican. Pero hunde el pie a fondo, y cuando el retardo del turbo cese, un gruñido áspero del motor te hará ganar velocidad súbitamente, con algún que otro petardeo solitario. El rendimiento es todo un logro, pero el cambio DSG nos aísla un poco de la experiencia comparado con los otros dos manuales, y el toque de las levas y pegarte al asiento es todo lo que obtendrás, echando de menos la bola de golf del cambio manual.

En cuanto a su dinámica, es un gran competidor cuando se trata de atajar curvas rápidas y cambios de dirección con total aplomo, pero le falta un grado de firmeza y conexión, que compensa muy bien en carreteras más rotas o irregulares, donde consume kilómetros con pasmosa facilidad sin importar la siguiente curva que venga. Sigue siendo una máquina muy rápida y segura, así como sólida a la hora de conducir rápido, y útil para el día a día sin comprometer nada, un GTI, ahora más rápido.
Y el coreano… qué tiene decir frente al Ford Focus ST
El i30 N definitivamente cumple con lo que Hyundai nos prometió. Luce, suena y se conduce como un compacto deportivo, y todo con un precio competitivo. Nada ha cambiado desde su lanzamiento hace dos años, pero tenía que estar, simplemente porque superó al anterior Focus ST en radicalidad e hizo parecer al Golf GTI demasiado señorial. ¿Podrá impresionarnos frente a estos rivales actualizados?

De serie te llevarías un motor 2.0 litros turbo de 250 CV, pero la mayoría de clientes, y nosotros, preferimos el modelo Performance que nos ocupa. Por 4.000 euros más que el normal sube hasta los 275 CV, incluye llantas de 19 pulgadas, un diferencial autoblocante de deslizamiento limitado, mejores frenos, escape activo y asientos de cuero. Incluso después de dos años, el i30 N luce agresivo con sus paragolpes, su alerón con luz de freno triangular, las dos salidas de escape y los detalles en rojo. Dentro ocurre un poco como en el Ford Focus ST, usabilidad fácil y adecuada, con un equipamiento tope de gama – el único extra es el techo solar– y algún detalle deportivo suelto como el volante, el pomo del cambio o los asientos deportivos. El volante posee dos botones extra con los que pasar al ataque, un “Modo N” donde todo se embrutece, y uno de personalización con el que ajustar tantos parámetros como un cohete espacial. Aunque no sea el más rápido sobre el papel, no se siente ni mucho menos lento en carretera. Si el Focus te hace sonreír, prueba a poner el modo “Sport +” en el Hyundai: el sonido a metralleta de su escape activo es francamente divertido.

El i30 N nos invita a conducirlo agresivamente, e implicarnos de lleno en su conducción. La dirección es pesada incluso en su modo más relajado, siendo incluso más pesada que la del Focus, pero permitiendo ser más preciso en circuito que el Golf. La misma rudeza se aprecia en sus pedales y su cambio. El embrague es duro para un atasco mañanero, pero el pomo del cambio tiene un tacto mecánico y deportivo ideal.
Después de todo, la involucración en el Hyundai manda. Es completo y si estás de ese humor es muy agradable de conducir. Aunque tiene un depósito de 50 litros, irás a la gasolinera con más frecuencia que los demás. A pesar de eso, el Hyundai tiene un precio que vale lo que cuesta. Compre el Golf con la cabeza y tendrá un coche rápido y sólido. Compre el Hyundai con su corazón y tendrá un gran coche para conducir. Compre el Ford Focus ST y puede tener ambos.
