Así es como el joven Íñigo Onieva ve el futuro de la marca alsaciana. Con este espectacular proyecto- el Bugatti Vizcaya- nuestro designer ha querido volver a los orígenes. Los coches de carreras empezaron siendo un absoluto lujo que muy pocos se podían permitir. Hoy en día siguen siendo un privilegio, pero al alcance de más gente, sin llegar a ser de masas, sobre todo comparado con los años veinte.
Por otra parte, con todo lo que se está penalizando a los motores de combustión, los impuestos sobre el dióxido de carbono emitido, e incluso la prohibición de acceso a los centros urbanos a no ser que se pague un impuesto, como en Londres, puede que en el futuro la gasolina será tan lujosa como el champán. Al mismo tiempo, Íñigo Onieva nos comentó que también quería que fuese un homenaje al puro racing y las prestaciones. Con todo, el Vizcaya es un monoplaza, donde la posición de conducción es muy baja simulando la postura de conducir de los monoplazas.
“Quería que tuviese un imagen ligera, ya que la ligereza y las prestaciones son las máximas de este coche, como transmitía el Type 35, del que toma su esencia. Era un coche ligero y muy rápido, al igual que otros Bugatti de la época”. Sin embargo, desde la era Volkswagen, esta imagen ligera se ha perdido en cierta manera. El último modelo, el Chiron, por ejemplo, tiene una imagen muy pesada en comparación con los orígenes de la marca. También puede pecar de un diseño algo más recargado de como eran los Bugatti históricos: elegantes y simples.
La forma ovalada en planta del Vizcaya es heredada de los clásicos de la marca, enfatizando esa forma de flecha rodeada por las cuatro ruedas. La característica curva en el lateral de los Bugatti nace en la parrilla y llega hasta el final de la cabina del piloto, haciendo a la vez ventana y puerta. Curvas simples pero con carácter, con una prominente salida de escape en el centro de la parte trasera.
El nombre de Vizcaya se debe a sus antepasados, el Baron Pierre o Pedro de Vizcaya, que forman parte del nacimiento de la marca de Molsheim. Pierre era piloto oficial de la marca en los años veinte del siglo pasado, pero su padre Agustín ayudó a Ettore Bugatti a financiar lo que sería el nacimiento de Bugatti.