Hace una semana acudía al BMW TMM Experience, una jornada exclusiva en el Circuito del Jarama en la que además de ponerme al volante de un par de modelos de la gama M como el BMW X5M y el BMW M3, tuve la suerte de poder dar dos vueltas como copiloto en el imponente BMW M6 GT3 del equipo de Teo Martín Motorsport. ¿Qué se siente dentro de un coche que ha ganado el campeonato International GT Open?
Lo primero es un escalofrío cuando te asomas al box y ves ahí las tres imponentes máquinas reposando, esperando a que les den vida para salir a devorar kilómetros de pista. Aunque sobre la base es un M6, poco queda de ese coche más que los faros, la calandra y las insignias de M. El resto podría decirse que, o se ha modificado o ha desaparecido. El corazón es el mismo, su poderoso motor V8 biturbo de 4.4 litros, que supera los 560 CV de serie llegando a rendir 585 CV. Si el modelo de serie es un Gran Turismo puro, aquí cuesta decir lo mismo, porque su peso se ha aligerado hasta los 1.300 kilos. Por dentro va vacío, únicamente provisto de la instrumentación en un salpicadero irreconocible, el asiento del piloto y una jaula antivuelco.
Al desnudo los 8 cilindros son un amasijo de hierro y cableado escondidos lo más bajo posible para mejorar el centro de gravedad del coche al máximo, pero se puede apreciar algo, sobretodo las enromes entradas de aire para los turbos y la admisión. Del aspecto imponente que tiene el conjunto salta a la vista, con ese enrome alerón y esas aletas ensanchadas. Si ya impone ver venir por detrás un M6 en la carretera, ver un BMW M6 GT3 es aterrador.
Llega la hora de enfundarse el sotocasco y el casco. Los nervios están a flor de piel y el coche en el que voy a montar aparece en el pit-lane. La persona que ha montado antes que yo se baja con cara haber alucinado. No es fácil entrar con las barras de la jaula antivuelco y el bacquet, y menos si mides 1,85 metros de alto. Me ayudan a abrocharme el arnés de 4 puntos y de repente, ¡brum! la bestia está lista.
En cuanto salimos del pit-lane el acelerón del BMW M6 GT3 es demoledor, pero un poco menos de lo que esperaba, y de repente me veo apoyando la mano en la barra de la jaula para que mi cabeza no se de contra el salpicadero de la potente frenada. Ha sido alucinante, la capacidad de frenado es inmensa y lo vuelvo a experimentar al volver a frenar en Le Mans. La subida por Pegaso se siente como si el coche se fuer a doblar de la fuerza con la que sube y gira a la vez pero nada de eso ocurre. Enfilamos a una velocidad de miedo las curvas de Ascari y otra vez, ¡pam! Otro frenazo seco que me oprime contra el arnés. En la recta mee fijé momentáneamente en el display del piloto y marcaba 245 antes del frenazo. Puede alcanzar más pero como venían con la configuración de Montmeló para el cambio, en la recta más corta del Jarama la velocidad punta era menor.
Cuando uno monta en un vehículo de estas características redescubre las leyes de la física. Simplemente es otro nivel, también porque lo lleva alguien que esta al mismo nivel del coche. En mi caso fue la piloto Beitske Visser, que demostró por que tiene al equipo de Teo Martín apoyándola en las categorías inferiores de las fórmula. Sin duda es una experiencia alucinante y de sensaciones que rara vez vuelves a experimentar si no es un coche de este tipo como el BMW M6 GT3.