Un día como piloto en las carreras de destrucción

Este verano me he ido en busca de una de esas carreras donde la guerra cuerpo a cuerpo y el espectáculo son los principales objetivos. Hablo de un Destruction Derby. El concepto es simple: imaginaos un circuito montado en un campo en el que el trazado está delimitado por balas de paja y coches siniestrados de competiciones anteriores donde el objetivo es destrozar a los rivales y ser el último en coche que acabe en pie.


Todo dentro de un trazado donde te encuentras árboles que tienes que esquivar. Los coches con los que puedes participar son vehículos de calle que puedes modificar o reforzar tanto como quieras, salvo que no se pueden montar parachoques reforzados más anchos que el propio coche ni tampoco tener refuerzos con cantos afilados.


Un día como piloto en las carreras de destrucción


Para competir, hay que retirar las ópticas, los airbags y proteger la ventana del conductor con una red trenzada de protección y ponerse casco y Hans. Por lo demás, todo vale. Los participantes salen en tandas de ocho coches que duran 13 minutos y las premisas son claras. Tienes que destruir a los rivales, chocándote con ellos: no vale escaparte o evitar el contacto para sobrevivir, ni tampoco chocar contra coches que hayan quedado parados, ni mucho menos impactar contra la puerta del conductor de ningún rival.


A partir de ahí, los coches que se van rompiendo van quedando fuera de la competición. Conforme esta avanza, se van juntando los coches restantes hasta una ronda final, de donde saldrán los dos finalistas supervivientes para enfrentarse cara a cara en una especie de plaza de toros improvisada. Por tanto, hay que destruir y no ser destruido: este es el apasionante y desestresante concepto.


Ser el novato de una competición siempre entraña riesgos, especialmente cuando vas a un terreno tan desconocido, para enfrentarte a personajes que dedican todo el año a preparar sus coches para batirse en duelo en esta batalla de destrucción anual. Más cuando eres el único equipo extranjero y te sientes observado y, además, no entiendes nada de lo que dicen en el briefing, más allá de las risas de los contrincantes cuando nombran a los “dos españoles”.


Quizás el hecho de que la mayoría de coches estén extremadamente reforzados, con estructuras de acero por todas partes, puertas soldadas, barras antivuelco en algún caso, frente a nuestros dos vehículos prácticamente de estricta serie, también tenga algo que ver con nuestros miedos y nervios.


Entre los contrincantes, muchos Audi antiguos, Volkswagen, y un popurrí de variados vehículos. Nuestras herramientas: un Volvo S80 2.5T para Paco y un BMW 525i 192 CV gasolina para mí. Los dos coches más potentes del “paddock”: hemos elegido potencia y robustez, aunque lo de preparar los coches… más bien entre poco y nada. ¿Sobreviviremos a la primera ronda?


guerra de carreras


Como en la naturaleza, el que no es cazador, es cazado. Así que, viendo cómo nuestros coches están en clara inferioridad de condiciones en cuanto a preparación, pero son más potentes, Paco y yo decidimos intentar ser cazadores en ese territorio enemigo: intentar evitar que nos embistan por detrás con sus coches-bulldozer para intentar ir a cazar desde detrás y, gracias a la mayor potencia que nuestros rivales, realizar las típicas maniobras de la policía americana para golpear en las partes traseras de los enemigos para echarlos fuera. También intentar reventar ejes y ruedas de los rivales, una de las partes más débiles, claves para dejar a los “enemigos” fuera de combate.


Cargados de nervios por lo que se nos viene encima, arrancamos la primera ronda con precaución, pero decididos. Algo nos queda claro: nuestros contrincantes no miden nada. Van a chocar sin tener en cuenta las consecuencias, y pronto los primeros coches caen en la batalla debido a sus propias embestidas desmedidas.


Pronto iniciamos nuestras acometidas contra los rivales, y parece que no se nos da mal. Nunca pensé que chocar contra otros coches daría tanto placer. El ruido de cristales rotos, ver cómo se arruga toda la parte del coche de delante de ti, enganchar a rivales por la parte trasera y pegarles un volantazo para quitarlos de en medio… el olor a agua de radiador derramándose, sonido a escapes libres… qué gusto. Y más en nuestro caso disponiendo de muchísima potencia para empujar y empotrar a todo lo que se mueva.


guerra de carreras


El jaleo del público se escucha con cada embestida. Al final, resulta que los españoles tenemos manos y no solo plantamos cara, sino que de repente estamos haciendo una buena escabechina ante la atónita mirada de los asistentes.


Es así como sobrevivimos la primera ronda, con unos daños bastante limitados que se resumen en ambos radiadores rotos y un buen número de bollos, pero ambos coches vivos y con ganas de más batalla, para sorpresa de los locales. Hora de volver a entrar a pista, esta vez para intentar llegar a la final: aquí no hay bromas y la batalla arranca de forma verdaderamente violenta.


Esto va en serio de verdad y la cosa se pone caliente desde la salida. Las embestidas suben de nivel, y a pesar de llevarnos por delante un buen número de rivales, nosotros también recibimos fuertes golpes.


Mi BMW se lleva uno en el eje trasero afectando a una de las ruedas. El coche ya no va recto, pero eso no me impide ir a fondo. Por su parte, el Volvo S80 de Paco es ahora un compacto, tras perder el tercer volumen de un brutal impacto posterior, pero eso tampoco le frena a seguir la misión de destruir rivales. En este punto Paco y yo ya hemos tomado la medida a los contrincantes, enganchándolos por detrás y dejándolos fuera de combate uno tras otro.


Por qué no decirlo, Paco y su Volvo con más violencia que yo con el BMW. A estas alturas ya no llevo ni capó para refrigerar el motor, que se encuentra a tope de temperatura. De las enormes embestidas, aparte de haber perdido el frontal, llevo roto el radiador, el alternador, no tengo ni dirección asistida ni tampoco escape, pero el BMW sigue empujando, y de qué manera.


Igual que el S80, que no hace más que reventar locales ante el jolgorio del público. Por desgracia, en una de las embestidas a un rival, arranco de cuajo una rueda delantera de mi BMW justo al final de la ronda; ese fue mi final. Mientras tanto, el Volvo de Paco acaba quedándose parado y sin batería para poder volver a arrancar.


Nuestra aventura se acaba, justo en la ronda final… Nuestras máquinas están en estado crítico, y ya no podemos hacer nada para seguir, pero hemos llegado a la final. La victoria ha quedado cerca, pero al final no ha sido posible. No obstante, los españoles hemos dejado el listón muy alto, sorprendiendo a propios y extraños.


¿Es que alguien lo dudaba? El año que viene volveremos, y ya no seremos novatos. Que se preparen.