Al pensar en Rod Stewart a la gente le viene a la cabeza, sobre todo, una voz ronca y una melena rubia. Nuestro protagonista nació en el seno de una familia humilde, alegre y numerosa, y los valores que adquirió entonces le han servido para moverse por el mundo del espectáculo sin perder la cabeza. En cuatro décadas se han dicho de él muchas cosas, de modo que en 2012 decidió publicar su autobiografía, también traducida al español. Bajo el título Never a dull moment (Ni un momento aburrido), el artista expone sus increíbles peripecias vitales con sinceridad, una actitud positiva e irónica y sin resentimientos. Y sin hablar mal de nadie.
No fue hasta 1967 cuando pudo comprar su primer coche, un Mini Traveller de segunda mano. “No hay nada como el sentimiento que produce la posesión de tu primer coche. Significa libertad”. Pronto se dio cuenta de que no tenía suficiente atractivo, y en 1968 se compró un Triumph Spitfire blanco con el que dio rienda suelta a su vena hortera: “Mejoré el interior con un viejo abrigo de piel de zorro que corté para ponerlo a lo largo de la transmisión; después puse en el suelo trozos cuadrados de piel a juego. Era como sentarse en el taller de un taxidermista”. Un año después se compró un Marcos amarillo y luego lo cambió por otro Marcos gris perla, con motor Ford V6 2.500.
Rod Stewart ya tenía el veneno de los coches en el cuerpo. “Hacia la primavera de 1971, con The Faces viento en popa y el dinero llegando por mis dos primeros álbumes en solitario, tiré la casa por la ventana para mi primer Lamborghini, un Miura S1”. Ese fue el principio de una larga y cara aventura amorosa con la marca, y lo recuerda así: “Fue una inversión considerable, seis mil quinientas libras. Mi primera casa me había costado cinco mil, por lo que durante algún tiempo mi coche fue más caro que mi casa. Y no había aparcamiento privado, por lo que debía dejarlo en la calle. Si de noche oía un golpe en la calle, me levantaba de un salto. Lo tenía cubierto con un plástico e incluso llegué a poner unos pequeños conos alrededor”. El cantante confirma eso que siempre se ha dicho de los primeros Lamborghini. “Me dio más problemas que cualquiera de los otros coches que he tenido juntos. Necesitabas una pierna de acero para embragar, y siempre se calentaba. Pese a todo me encantaba la sensación que me producía conducir ese coche. Poco después me compré un Rolls blanco solo por el gusto de hacerlo. A mediados de los setenta, cuando adquirió su primera casa realmente grande compró un Lamborghini Espada, y después hubo “dos o tres Miuras más”. Uno de ellos fue el SV, uno de los siete SV con volante a la derecha.
En 1975 Rod Stewart se “exilió” en California huyendo de la hacienda británica. Al llegar a EE UU compró un Shelby Cobra, “un coche para maniacos, no lograba mantenerlo en la carretera. Sentí un gran alivio cuando volví a Lamborghini con el Countach, una cosa compacta y angular”. En su autobiografía Rod no detalla que uno de esos Countach era un LP 400 S de 1978 con el techo desmontable, tipo targa. Es quizá el único Countach descapotable, y la transformación la hizo el especialista californiano Albert Markidian, que también firmó algún Ferrari 512 BB con el techo desmontable.
Durante los años noventa Rod Stewart tuvo, que sepamos, un Ferrari Testarossa y un Lamborghini Diablo, y el nuevo siglo lo comenzó con fuerza. “En 2002 compré un Enzo Ferrari para usarlo en Inglaterra. Siempre me ha gustado más la experiencia de conducir en Inglaterra que en Estados Unidos, pero tuve que deshacerme del Enzo. Atraer la atención hacia uno mismo es una cosa, pero con ese coche era exagerado. Cada vez que montaba en él encontraba una multitud arremolinada alrededor, y siempre tenía que apartar fanáticos enloquecidos solo para poder llegar al asiento del conductor. En los últimos años ha comprado bastantes Ferrari, y le hemos visto con 360 Spider, 575 América, 599 o California, aunque también tiene un Lamborghini Gallardo Spyder.