Hay coches que llevan historias grabadas en su chasis. Algunos se oxidan en el olvido, mientras otros encuentran una segunda vida inesperada. Es el caso de los Jeep que, tras cinco décadas de abandono en las inmediaciones de Saigón, están siendo rescatados por la empresa vietnamita Van Daryl. Lejos de ser simples restauraciones, estos veteranos de la carretera se transforman en imponentes 4×4, renaciendo como máquinas de aventura y exclusividad.
El alma de Jeep convertido en icono

El Jeep es más que un vehículo: es un símbolo de resistencia. Lo hemos visto en infinidad de películas, recorriendo los polvorientos caminos de la Segunda Guerra Mundial o atravesando la densa selva vietnamita con oficiales al mando. Lo que pocos imaginaban es que muchos de estos héroes de cuatro ruedas quedaron varados en un letargo oxidado tras el conflicto, dispersos como recuerdos de una época que ya parecía lejana.
Pero donde otros ven chatarra, Van Daryl ha visto potencial. Y no se han limitado a restaurarlos o venderlos como piezas de colección. Su visión va más allá: reinventarlos, refinarlos, devolverles la vida con una estética moderna y una esencia intacta.
Un nuevo cuerpo sobre un alma de acero

El proyecto comienza con un despiece completo. Las carrocerías corroídas por el tiempo ceden su lugar a una estructura reforzada y paneles de aluminio, diseñados para respetar la silueta original sin replicar sus formas al pie de la letra. Es una reinterpretación más que una restauración.
Las arcaicas suspensiones de ballestas dan paso a sistemas independientes con muelles helicoidales, mientras que las nuevas llantas de aleación forjada y la carrocería elevada a 25 cm del suelo preparan al War Truck para cualquier desafío todoterreno. Sus dimensiones finales —4,2 metros de largo y 1,6 de ancho, con una distancia entre ejes de 2,85 metros— equilibran proporciones clásicas con ingeniería contemporánea.
Luces píxel y un diseño futurista
Uno de los cambios más impactantes es el frontal. Aquella icónica parrilla de siete ranuras deja paso a una interpretación más vanguardista: una superficie iluminada con luces LED en píxeles que aportan un aire casi cibernético. El parachoques, reducido a su mínima expresión, y el parabrisas más vertical refuerzan la imagen robusta y decidida del War Truck.
En la zaga, la rueda de repuesto sigue presente, pero ahora protegida, como si fuera un homenaje a su función original de vehículo de combate.
Un interior inesperadamente refinado

Si por fuera mantiene su espíritu indómito, por dentro el War Truck sorprende. Las espartanas configuraciones militares han sido sustituidas por materiales de lujo: cuero de becerro cosido a mano, madera de arce y un cuadro de instrumentos digital, con opción de mantener relojes analógicos si el cliente lo prefiere. Se accede a este oasis de confort a través de una puerta mínima, como un guiño a su pasado espartano.
Un motor de otra época para una nueva era
Pero no todo ha cambiado. Sorprendentemente, bajo el capó sigue latiendo el mismo motor de cuatro cilindros y 2,3 litros, con modestos 71 CV. Puede combinarse con una caja de cambios manual o automática, aunque Van Daryl no ha especificado detalles sobre las velocidades. Sin embargo, su ligereza —solo 1.070 kg— le permite alcanzar unos sorprendentes 161 km/h. Eso sí, sigue confiando en frenos de tambor, una rareza en un vehículo de este calibre.
Más que velocidad, el War Truck está pensado para disfrutar del camino, no para devorarlo. Es un capricho exclusivo con un precio base de 72.800 euros (sin impuestos ni envío). No es solo un coche: es una declaración de intenciones. Un testigo del pasado que ha decidido no quedarse anclado en él.