Los últimos acontecimientos y polémicas en la escudería austriaca han hecho tambalear los cimientos del imperio. ¿Estamos ante el final del monopolio en el Gran Circo?.
Sally sonrió mientras tecleaba otro WhatsApp en su iPhone corporativo de Red Bull. Sufría: si no operaba a su madre en Estados Unidos pagando un millón de dólares, iba a fallecer en poco tiempo. Su padre, que siempre la había protegido, había falleció hace dos años. Y una amiga de toda la vida le había robado su novio de adolescencia…
Atribulada, entre carrera y carrera corría desesperada por cariño y sexo a los brazos de un hombre. Tembló cuando se imaginó una vez más en los brazos de Dimitri. Lo suyo parecía una mezcla de “Cincuenta Sombras de Grey” y el “Último Tango en París”.
Muy bien parecido, seductor, impecable en sus trajes de Armani cubriendo un físico atlético que ella había recorrido con detenimiento. Sí, Dimitri era como una droga, lo reconocía, pero le dolía al mismo tiempo. Por él ¿o por miedo?, pasaba el día WhatsApp va, WhatsApp viene, flirteando con su jefe, un ansioso cincuentón. Ni los halagos del jefe Christian ni las ardientes caricias de su apuesto amante podían llenar el vacío que la invadía.
A comienzos de 2022, tras regresar del GP de Bahrein, Sally se encontró descargando sus penas con Jasmine, una vieja amiga. A ella le iba muy bien, vestía de Prada y lucia bolsos de Louis Vuitton. Jasmine le contó que salía con un abogado, tiburón de la City y consultor de otro poderoso equipo de F1.
Al regreso del siguiente Gran Premio, recibe una llamada de Jasmine. “Te invitó a tomar una copa con mi novio y un amigo. Te encantará, está muy bien posicionado, es bien parecido y de impecables modales. Justo lo que necesites”. Así fue como Sally conoció a Dimitri Golovkin, amigo del abogado-novio de Jasmine y según él, hijo de madre inglesa y rico empresario ruso. Cayó por toda la cuenta, encandilada.
Tras unos meses de una tórrida relación, con visible temor en su mirada, Dimitri le confesó a Sally que tenía serios apuros económicos y temía por su vida. Si no reunía un capital de 500.00 libras en seis meses, se “iba a arrepentir”, le dijeron.
Sally no sabía qué pensar. Tras el interludio amoroso de la siguiente cita, Dimitri le dijo: “Mis amigos han averiguado para quien trabajas. Y me ordenaron que te pida que nos ayudes. Me ayudarás a mí y te darán otro millón y medio de libras, si lo haces”. Sally no se cayó de la sorpresa, entre otras cosas porque ambos estaban acostados sobre sábanas de seda…
Ni que el guion lo hubiese escrito John Le Carre, pensaba Sally. La clásica “trampa de la miel” rusa. No había contestado todavía a Dimitri cuando, llegando a su vivienda en Milton Keynes, cerca de la sede de Red Bull, se aproximó a ella, amenazante, un tipo con pinta de matón. “Soy amigo de Dimitri. Sé donde vives y qué sucede con tu madre. Tienes que ayudar a Dimitri”. Fue suficiente. Aceptó. “Es como si me hubiese reclutado la KGB, soy una espía industrial”, se repetía temblaba. Le dieron precisas instrucciones de qué y cómo hacerlo.
La verdadera pesadilla
Despertó sobresaltado. Sudaba pero un escalofrío recorrió su cuerpo… ¡Uff! Menos mal que lo de esa tal Sally había sido solo una pesadilla. No pudo seguir durmiendo, se dirigió hacia la amplia cocina y se preparó un té. Pesadilla de verdad era la que le tocaba enfrentar. Christian Horner abrió su iPhone 14. Se aseguró de revisar a fondo los WhatsApp que había mantenido con su desconcertante asistente personal que le había denunciado por “conducta impropia” (acoso sexual).
Era la segunda semana de enero de 2024 y tenía que declarar ante un abogado investigador de Red Bull GmbH Holdings que pretendía averiguar si era cierto lo que su secretaria alegaba. La cabeza de Horner no paraba: “¿He sido víctima de un complot para quitarme a mi de la dirección? ¿Acaso podría estar entre bambalinas Mark Mateschitz (el hijo del fallecido Dietrich, que insistía para que Horner mude la dirección del equipo a Salzburgo), detrás del asunto?. Al menos yo tengo el apoyo de la familia Yoodvidha, con el 51% de las acciones”.
Los equipos exitosos de la F1 son como los imperios. Más temprano o más tarde inician su derrumbe. Por motivos técnicos, de gestión financiera, falta de sponsors, muerte de su accionista o fundador u otras razones insólitas, como por ejemplo un ardiente, a veces, flirteo o por celos de terceros… O por WhatsApps manipulados, todo puede valer en la F1.
En la época de Enzo Ferrari no sucedían estos escándalos. Hoy, un simple WhatsApp te puede mandar preso. Antes ni ellos ni ellas querían perder la elegancia.
“No culpable”, pero…
El supuesto calentón de Christian Horner con su asistente personal fue la señal que puede señalar la descomposición y ocaso del imbatible equipo Red Bull.
Horner, que tiene un patrimonio calculado en 50 millones de dólares se situó frente al precipicio cuando participó, supuestamente, en no menos casi 79 WhatsApp distribuidos anónimamente a todos los participantes en la F1. Según ellos, no Sally –la del sueño–, sino la rubia secretaria de la denuncia tanto, le alentó y puso límites a partes iguales durante meses, dejando siempre la puerta abierta.
De poco sirvió que el abogado investigador de Red Bull GmbH dictaminara que Horner no había acosado a su empleada. La grieta continuó ensanchándose. La empleada, fue suspendida. ¿Qué hubiese sucedido si ella aparecía en boxes junto a Horner en un Gran Premio? ¿Acaso no había pasado nada? Red Bull no identificaba a la denunciante pero todos en el equipo sabían quien era.
Tras el veredicto del abogado, Jos Verstappen, que bien podría haber filtrado esos mensajes, pedía que se apartara a Horner del equipo. Helmut Marko, el “jefe de pilotos” de Red Bull, antaño consejero de Mateschitz, decía que quizás Red Bull le sancionara sospechando de él por su alianza con los Verstappen, padre e hijo. Max, el tricampeón, aseguraba que dejaría Red Bull si se sancionaba a Marko. Podía desembarazarse de su contrato que vence el 31/12/2027 por una cláusula especial que lo vincula con Marko. La empleada ofendida afirmaba que iba a apelar contra el “sobreseimiento” de su jefe.
¿Acaso el Apocalipsis?
Para colmo, Adrian Newey el genio técnico, artífice indispensable de los éxitos de Red Bull desde 2005, supuesto amigo y aliado de Horner, anunciaba en mayo que dejaba la escuadra. Cuando Newey salió de Williams, ese equipo entro en crisis técnica, lo mismo sucedió en McLaren cuando pasó a Red Bull.
Al cerrar estas líneas periodistas italianos y británicos lo daban firmando para Ferrari y se sabía que tenía suculentas ofertas de Aston Martin y Williams.
Pero, con todo, Red Bull sigue ganando. ¿Cuánta inercia ganadora quedará? ¿Podrá el francés Pierre Wache, segundo de abordo de Newey y actual director técnico, mantener el nivel? Algunas fisuras hay en el casco que se enfrenta una tormenta con McLaren y Ferrari soplándole en el cuello a Verstappen. Carlos Sainz y Lando Norris ya sumaron dos victorias dos carreras este año, Verstappen cinco hasta el GP de Emilia Romagna.
Además, desde 2026 ya no habrá motores Honda para Red Bull, que sí los tendrá Aston Martin. Horner creó la Red Bull Powertrains y su primer V6 híbrido se denominará Ford. Si Honda tardó más de tres años en ganar en la era actual, ¿cuánto tiempo necesitaran las mecánicas Red Bull para triunfar?
La canción de la “Spice”
En torno a 50 millones de euros ha acumulado Horner tras sus dos décadas con Red Bull. Él reorganizó un equipo que tenía en torno a 300 empleados, llevándolo a 1.000 en la era híbrida y aumentándolo a 1.400 con la división de motores. La salida de Newey, la posible huida de Verstappen (a Mercedes para reemplazar el volante que deja Lewis Hamilton) y su situación en torno al “affaire” con su asistente personal no son los únicos frentes que deberá superar.
Le queda el interno, el más íntimo, el que comparte con Geri Halliwell, la ex Spice Girl que vendió más de 100 millones de discos en los años noventa junto a otras cuatro integrantes del grupo de música juvenil británico.
En la carrera de Bahrein de este año, Geri apareció con un impecable atavío de color blanco, su preferido y recibió un cálido beso de su esposo, muy bien coreografiado. Ella también había recorrido un largo camino de relaciones y en la ajetreada vida nocturna de los artistas antes de casarse con él en 2015. Quizás comprenda y perdone la crisis masculina de los cincuenta, cuando se comienza a tener consciencia de la pérdida de los ímpetus juveniles, de que la tripa crece con facilidad… etcétera, etcétera.
Y mientras Horner trata de contener lo que bien puede ser el crepúsculo del equipo Red Bull, siempre podrá escuchar a su esposa cantarle “Wannabe” de las Spice: “Si quieres mi futuro/Olvida mi pasado/Si quieres salir conmigo/Mejor hazlo ya/Ahora, no sigas desperdiciando/Mi precioso tiempo/¡Manos a la obra, podemos estar bien!