Después de bajarnos del i8 y tras más de dos horas de rodaje por los alrededores del Lago di Como, está claro que algo ha cambiado en la Casa de los Quant (fundadores y mayores accionistas), algo les mueve para crear unos coches distintos a los BMW que hasta hoy conocemos: fuertes y muy dinámicos. El i8 es una locura en todos los sentidos, nos ha cautivado, nos ha hecho ver que hay otra forma distinta de llegar a los sitios. El segundo modelo de iBMW no tiene nada que ver con lo que hasta hoy hemos llamado un deportivo de altas prestaciones, donde brusquedad, dureza y una reacciones de infarto eran virtudes importantes. El i8 es una interpretación revolucionaria de uno coche que busca un nuevo cliente independiente de modas y tendencias.
Con casi cinco metros de largo, permite trayectos largos, permite volver a decir que viajar en coche es un placer aunque no sea a 200 km/h. Con el i8 puedes recorrer un Madrid-La Coruña y parecerte corto el viaje. Cuando te subes la primera reacción no aceleras a fondo, más bien asimilas lo que este coche transmite, lo que comunica. Con sus menos de 1.500 kg y sus ruedas grandes y estrechas las sensaciones son muy livianas, no necesita dar imagen de musculación, el i8 es más un atleta de fondo con un centro de gravedad muy bajo y un reparto de pesos 50/50 ideal.
Los dos motores son una maravilla, el de explosión es un tres cilindros turbo de 1.5 litros y 231 CV con seis velocidades, que transmite su potencia al eje trasero, mientras que el propulsor eléctrico de dos marchas es una virguería que tiene 131 CV y su fuerza, con un par motor muy plano como el de un secador de pelo, acaba en el eje delantero. Con lo cual estamos ante un tracción total se consigue un equilibrio verdaderamente efectivo. Además, aunque los 2,1 l/100 km que anuncia el fabricante son demasiado optimistas, se puede afirmar que en una conducción normal, el i8 es capaz de gastar la mitad de combustible que otros deportivos de similar potencia.
Hay cinco modos de reglaje de conducción y cada uno tiene sus ventajas, pero al final vas en Confort y lo que intentas es pasarlo bien y acabas olvidando los consumos y tal exceso de información, de un tablero en forma de display, que a los que ya vamos camino de los cincuenta, parece interesarnos menos…
iBMW ya no es un proyecto, es una marca y podemos dar fe que la calidad, el refinamiento y el poder de seducción del i8 es real. Es bello asistir al nacimiento de una marca, pero es más bello saber que eres uno de los prescriptores de algo que marcará una época.