Los utilizamos para ir a la oficina, a por los niños, pero nos gusta saber que, si nos metemos en faena, van a ser capaces de pasar por encima de todo. Así están los garajes, llenos de este tipo de coches que jamás se hundirán en el barro. Pero, ¿y si tuvieran que hacerlo? Vamos a probar el renovado BMW X5 contra el nuevo Range Rover Sport y con el Porsche Cayenne como maestro de ceremonias. El nuevo Range tiene el listón muy alto. Está diseñado sobre el chasis de aluminio del Range Rover, con ahorros de hasta 400 kilos para la versión diésel V6 sobre el anterior SDV8. Además de los dos 3.0 diésel de 260 y 290 CV y un V8 diésel de 340 CV, se ofrece con un V8 con compresor de 510 CV, y llega al mercado equipado a tope. A su lado el nuevo X5 luce como lo que es, una renovación sobre el modelo anterior. Bajo el capó está el motor 3.0d, unos seis cilindros en línea de 258 CV, unido a un cambio automático de ocho velocidades.
Los ingenieros de BMW han logrado que este X5 se conduzca como un Serie 5 familiar, con una absorción de los baches brillante, una respuesta a la dirección directa y un tacto en las manos extraordinario. Es el único del trío que utiliza suspensión de muelles en lugar de neumática. El Range se conduce de maravilla, pero al conducirlo después del BMW lo entroncamos demasiado aislado y algo brusco en los baches. Después, llega el Porsche. Es increíble lo pequeño que parece respecto a los otros dos gigantes. Esta talla más pequeña también se traslada bajo el capó, donde su V6 diésel de 245 CV es el menos potente del trío. A pesar de su menor potencia el Cayenne juega bien en la liga de los SUV de altas prestaciones, con un 0 a 100 km/h en 7,6 segundos muy cercano a los 6,9 del BMW o los 6,8 del Range.
En medio de una pista para practicar 4×4, y por tanto llena de “trampas” el Porsche cumple, pasa por los caminos y se mueve con cierta soltura, pero no se siente cómodo. No está en su hábitat, y se nos queda enganchado un par de veces en el barro antes de poder llevarlo a su destino. El BMW también termina nuestro recorrido. No es un pantano por la selva, pero el caso es que el bávaro, aunque durante el trayecto patina varias veces con sus cuatro ruedas, consigue salir airoso. Es mejor que el Porsche, pero tampoco está cómodo hundido en el pegajoso fango. Y llega el momento del Range. Elegimos la posición más alta de la suspensión neumática y la carrocería sube 6,5 centímetros, hasta los 27,8 de altura. El sistema va reconociendo, por el movimiento de la suspensión, a qué terreno se enfrenta, y podemos elegir a la velocidad a la que circulamos por medio de los montículos, superficies mojadas, baños o crestas. Pan comido, el coche camina solo.
Así que, ¿cuál elegir? Depende de nuestros gustos. El Cayenne es el que más se parece a un turismo. El BMW X5 sí entra en territorio Range por su confort, y es mejor coche en la carretera que el Range. Pero si lo que buscamos realmente es un coche con el que movernos día a día y poder perdernos en el fin del planeta, el Range es la opción.