Acabo de probar una de las novedades el momento: el BMW M235i. Para ello hemos buscado una carretera cerca del Pirineo aragonés, en el Parque Natural de la Sierra y los Cañones de Guara. El crepitar de los hierros del BMW es todo lo que llega a mis oídos hasta que, en la lejanía, escucho otro sonido. Es el de un motor de seis cilindros bóxer. Al fondo escucho otro motor, también bóxer, más discreto y 70 CV más lejos de su rival. El lanzamiento del BMW ha sido en España, así que lo enfrentamos a dos de sus rivales más próximos en el mercado. Por un precio de unos 50.000 euros, el bávaro se queda muy cerca de la oferta del Cayman desde 57.000 euros, y por debajo lo más parecido que encontramos es el Toyota GT86, de unos 30.000 euros. Los tres son los cupés de tracción trasera pero, ¿cuál es el más completo?
Desde que pones el trasero en el asiento del M235i sientes que la postura de conducción es perfecta, el cambio está en el sitio adecuado, los asientos sujetan a la perfección y, antes de haber rodado, ya te encuentras a gusto con el coche. En la suspensión podemos optar por amortiguadores de dureza variable.
Aunque el Cayman parece todo un supercoche. Porsche sitúa el asiento más bajo, las piernas más estiradas, el volante con el cuentavueltas en el centro y el cambio elevado en la consola. Arrancas y el motor suena con carisma pero, tras el primer acelerón reviso por si me he dejado el freno de mano puesto. Aunque es 220 kilos más ligero y sus 270 CV no parecen tan lejos de los 326 del BMW, lo cierto es que el par motor de 290 Nm frente a los 450 de su rival lo dejan mirando las musarañas, así que, si quieres empezar a recuperar metros, tendrás que utilizar, y mucho, el cambio. Pero curiosamente esta falta relativa de potencia no se aprecia cuando andas disfrutando de la conducción.
En el desarrollo del Toyota GT86 se tomó el anterior Cayman como referencia, pero la conducción no es tan emocionante, ya que no hay una versión turbo de alta potencia y el coche no es una máquina de drift. Pero el diseño encandila. El interior se nota que está destinado a un público más joven, menos exigente. El sonido del motor no acompaña mucho. Un duro panorama. Pero la experiencia mejora al conducirlo, y el cambio regala una excelente precisión, los asientos agarran muy bien y la postura al volante está más cerca del Porsche que del BMW.
Hay que elegir un ganador, y si se trata de divertirnos no hay nadie que pueda superar las emociones del Porsche. Esto no quiere decir que el BMW no sea un gran coche. Su potencia y par le sitúan como el más rápido y prestacional. En cuanto al GT86, aunque en su precio es una buena propuesta, últimamente lo queremos todo: potencia en las autopistas, espacio, diseño, marca, valor de reventa… y el GT86 pierde el paso en algunos puntos.