Hace 25 años, Porsche presentó al mundo un icono: el primer 911 GT3, un deportivo que redefinió la esencia de la conducción purista. Hoy, ese legado sigue vivo, despertando pasiones en los corazones de los entusiastas de la marca. Entre ellos, destaca Walter Röhrl, bicampeón del mundo de rallyes y embajador de Porsche, quien sigue vinculado al primer GT3 producido, un 996 en plata Arctic metalizado, utilizado para su presentación mundial en Ginebra en 1999.
Un viaje en el tiempo
Röhrl, a sus 77 años, se acomoda en el asiento envolvente de Nomex del GT3 Clubsport como si el tiempo no hubiera pasado. Su mirada recorre con nostalgia la instrumentación clásica de cinco relojes redondos. «Fantástico», susurra, mientras esboza una sonrisa. «¡Demos una vuelta!».
Pero antes, nos detenemos en un lugar especial: Fl8werk, un refugio para los amantes de Porsche cerca de Flacht. Este santuario rebosa pasión por la marca, con vitrinas llenas de objetos automovilísticos, modelos a escala y recuerdos que narran historias de velocidad y devoción. Timo Conrad, cofundador de Fl8werk y propietario del GT3 de Röhrl, nos guia por este museo viviente, donde cada rincón respira el alma de Porsche.
La esencia del purismo
Conrad y sus amigos han reunido siete 911 GT3 Clubsport de primera generación, destacando por colores inusuales como azul Nogaro y verde Rainforest. «Solo un 20% de los casi 1.900 ejemplares del 996 GT3 se fabricaron en esta variante orientada a la competición«, explica Alex Schwaderer, otro cofundador. Estos modelos incluyen jaulas antivuelco, arneses de seis puntos y un volante de inercia monomasa, cuyo traqueteo característico a ralentí enamora a los puristas.
Para los entusiastas de Fl8werk, el GT3 ofrece una experiencia de conducción directa y sin filtros. «Es estilizado, ligero y equilibrado», afirma Cleto di Paolo. «Sin sistemas de asistencia modernos, depende del talento del conductor, y eso es lo que nos atrae».
Conducir la leyenda
El GT3 nació de la colaboración entre Röhrl y el ingeniero Roland Kussmaul, con el objetivo de crear un coche de carreras homologado para calle. Su motor de 360 CV y su diseño funcional definieron un nuevo estándar. «Cada milímetro está pensado para el rendimiento», decía Porsche en su lanzamiento, un lema que sigue vigente.
Timo Conrad, inicialmente piloto de karts y monoplazas, acabó cautivado por las versiones Clubsport. Su viaje con el GT3 de Ginebra comenzó como un misterio. «Al principio no conocía su historia», admite. Pero tras investigar a fondo, descubrió que el coche fue propiedad de Porsche y llevó la matrícula S-WR 996, en honor a Röhrl.
El renacer del pasado
Cuando Röhrl volvió a sentarse en su antiguo GT3, la magia fue instantánea. Giró la llave y el motor cobró vida con su característico traqueteo. «Si no lo conoces, pensarías que está roto», bromea. Recordó entonces el récord en Nordschleife: 7:56 minutos, la primera vez que un 911 de calle bajaba de los ocho minutos.
Hoy, el GT3 sigue siendo un símbolo de pasión y rendimiento. En palabras de Röhrl: «En su momento causó furor, y esa fascinación sigue intacta». Al igual que el amor por Porsche, este 911 GT3 permanece como un testamento de la ingeniería pura y del espíritu inquebrantable de la velocidad.