Land Rover Defender: Adiós, rey del 4×4

Diseñado por los hermanos Wilks en 1947 y fabricado con el aluminio Birmabright que sobró del utilizado en la Segunda Guerra Mundial, la idea era crear un coche agrícola, poco más que un tractor que pudiera servir a los granjeros ingleses también como transporte diario. El producto era tan redondo que pronto se empezó a exportar, dejando preciosas divisas en Inglaterra. Se licenció su fabricación, abrió el camino para que sus importadores compraran otros coches ingleses y llegó a todo tipo de granjas, ejércitos o agencias de ayuda humanitaria en cualquier lugar del mundo.

Land Rover Defender: Adiós, rey del 4×4

Pero no solo fue un éxito que ahora se llamaría global, sino que el Land Rover Defender ha sido protagonista de la historia de Gran Bretaña: aparecía en los telediarios con las noticias de las revueltas en el Ulster, formando parte de los cuerpos de orden o de las barricadas; también en las noticias sobre las huelgas en la industria del automóvil y, en los momentos más duros de la reconversión de Thatcher. Los Wilks planearon una producción de 50 Land Rover cada semana, y se han terminado vendiendo más de dos millones de unidades. El Defender sigue siendo el corazón de la marca, aunque solo representa un pequeño porcentaje de sus ventas, por lo que en este 2015 cesará su producción, incapaz de adaptarse a la normativa Euro6 y a las nuevas regulaciones.

Ya llevo más de un día al volante y no paro de encontrarle virtudes. Por ejemplo, si abatimos el cristal y plegamos la lona, parece un juguete dispuesto para la diversión, aunque en realidad es un coche casi agrícola, y de hecho nuestra unidad tiene incluso un hueco para el enganche de diferentes aparejos para el campo. La misma parsimonia con la que baja una pendiente sube una cuesta, basta subir la palanca amarilla de la tracción total y bajar la roja que engrana las reductoras y subirá por cualquier sitio. Sorprende lo mucho que es capaz de hacer con 50 CV, ya que el Defender, con sus 120 CV, se ve apurado en algunos lugares, víctima del mayor peso que implica su mayor tecnología, confort y equipamiento. Donde el original se mueve con la agilidad de un chaval, el Defender tiene la musculatura trabajada y digna de un sesentón, pero al que a veces le cuesta más de lo debido demostrar que está en buena forma.

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Nos subimos al último Defender y, en comparación, parece que hayamos entrado en un Rolls. El refinamiento y confort son infinitamente mayores y cuesta reconocer la misma dirección tras el volante. Por supuesto, la suspensión por muelles permite pasar por muchos más obstáculos, el motor es más potente, las ruedas tienen mucho más agarre y las órdenes electrónicas permiten un control de tracción fabuloso. El volante sigue estando muy cerca de la puerta, los pedales van duros, la posición del cambio y su manejo son raros para un coche actual, y el freno de mano está en el mismo sitio y cuenta con el mismo mecanismo. En el Defender pones las reductoras, engranas primera y eliges la velocidad de subida y el coche empieza a trepar lento como un caracol.