«Soy un inútil, un completo inútil» – Lewis Hamilton lo dijo así, sin anestesia. Jamás antes un múltiple campeón de F1, y menos alguien que ha ganado 105 carreras y conseguido 104 poles, había sido antes tan crítico y despreciativo consigo mismo.
¿2055?

Le dolía por dentro, le escocía la piel y tenía un nudo en el estómago. Un nudo que comenzó a ajustarse cada vez más desde que en 2025, cuando era el rey del equipo Mercedes, su joven compañero de equipo, George Russell, comenzó a ganarle casi sistemáticamente en las pruebas de clasificación. Cerrando Russell la temporada 2024 con un marcador favorable 24-6.

Lewis había pasado a Ferrari en un fichaje tan espectacular como lucrativo para él (se habla de 100 millones de euros por dos años), pleno de altas expectativas. Lewis había manifestado claramente su esperanza de conseguir un octavo campeonato mundial con Ferrari. Pero en el Gran Premio de Hungría, con 40 años cumplidos en enero pasado, reconocía, aunque no aceptaba —está claro—, que el imparable avance del tiempo se había apoderado de su velocidad, de su sensibilidad, de sus reacciones.
Lo habían eliminado en la Q2 mientras su joven compañero Charles Leclerc conseguía la «pole». En 17 pruebas de clasificación contando las tres para las carreras cortas disputadas (China, Miami, Bélgica), Leclerc le había ganado 12-5.

Respetado por los periodistas, algunos de ellos quisieron que moderara sus dichos, que no se machacara. En vano, la herida del ego envejecido para el deporte sangraba: «Siempre soy yo. Soy un inútil. El equipo no tiene ningún problema. El segundo coche está en la pole, así que probablemente solo necesiten cambiar de piloto«, decía el cuarentón.
¿Buscaba que le tuvieran lástima? ¿Se golpeaba para encontrar en su psique alguna reacción? Él, el otrora poderoso Rey León del musical de la F1, el que jamás había sido superado por un compañero en velocidad, ni por Fernando Alonso, ni por Heikki Kovalainen, ni por Jenson Button, ni por Nico Rosberg, ni por Valtteri Bottas ni por… No han sido ni son los George Russell ni los Leclerc lo que le están cambiando las creencias, acabando con su confianza, son los años.
Coches exigentes te envejecen
El caso de Lewis que se niega a aceptar la inevitable consecuencia de vivir, envejecer, es un tema recurrente en los atletas de élite y la banda de edad que va desde los 35 hasta los 40 parece la adecuada para colgar el casco, sobre todo si tu más joven compañero de equipo es sistemáticamente más rápido que tú y encima gana experiencia, es consistente y termina ganándote también en las carreras.

En el pasado de la Fórmula 1, con coches con suspensiones más blandas y aceleraciones laterales que iban de 0,9 a 1G en los años cincuenta, de 1,3 a 1,7 en los setenta, antes del «efecto suelo», el paso del tiempo no era tan desgastador. Louis Chiron, piloto monegasco que corrió en los años 30 en carreras Grand Prix, se retiró en 1955 a los 55 años. Incluso 4 años antes, el italiano Luigi Fagioli ganaba el Gran Premio de Francia a la edad de 53 años. Los coches lo permitían.

Juan Manuel Fangio, el mejor de su época, lo dejaba a la edad de 47 años, en 1958 tras el Gran Premio de Francia. Sabía que el cambio tecnológico que se vislumbraba lo iba a poner en crisis. Jack Brabham, australiano tres veces campeón lo dejó a los 44 años y 8 meses en 1970. Esta es la marca que se prepara para superar Fernando Alonso con Aston Martin en 2026, cuando cumpla 45 años, casi seguramente al volante de un Aston diseñado por Adrian Newey.
El del ovetense es un caso extraordinario hoy en día soportando los golpes, las vibraciones y las aceleraciones de hasta 6G en frenada y 5,7 en lateral, durante más de 15.000 kilómetros por temporada.
Cuando las células ya no quieren correr
Hasta cierto punto la experiencia, el saber cómo desarrollar una carrera entera, el cuidado de los neumáticos, el uso de los frenos y la astucia en el cuerpo a cuerpo compensan en parte la pérdida de velocidad pura. También el entrenamiento físico exigente, casi cruel y una dieta centrada en la anti oxidación y otras características antienvejecimiento neuronal pueden prolongar la vigencia del atleta al más alto nivel.
Aunque las personas y los atletas de élite envejecen cada uno a su propio ritmo es inevitable la pérdida de las facultades neurofisiológicas. El cuerpo pierde parte de su agudeza y se hacen más lentos los reflejos. La vista se deteriora, la coordinación ojo-mano se vuelve más lenta y se hace más difícil absorber y recordar nueva información.
Ahora, en estos tiempos modernos, los pilotos tratan de superar estas limitaciones y entrenan duro para mantenerse físicamente en forma. Por eso hay excepciones en la longevidad al volante. La más notable es la de Fernando Alonso.

En el plano mental, con el tiempo, hay un aburrimiento, una saturación de hacer lo mismo una y otra vez, ya sea ganar o perder durante un largo período de tiempo. Además de eso, todos los viajes y compromisos de relaciones públicas causan una carga y responsabilidades adicionales. No es fácil estar en el ojo público durante la mayor parte. Se produce un descenso en la motivación.
Alonso, que ya ha batido todas las marcas de grandes premios disputados, llevaba 415 antes del G.P. de Países Bajos de este año, explica en parte su longevidad al volante: «Aunque lo que voy a decir es variable, solo en torno a un 30 o 30 por ciento de la extensión de un Gran Premio corremos a fondo. El resto debemos cuidar neumáticos, gestionar consumo de combustible y apretar o no en función de cómo viene la carrera«. Por eso no es tan exigente como si se disputara una carrera sin paradas, como se hacía antes.

A algunos pilotos los retira la edad, a otros, por no ser lo suficientemente rápidos, prestigiosos y valiosos comercialmente, el mercado. Hubo y hay de todo. Y están también los que se retiran en la cima de su carrera deportiva y a una edad y situación en la que podrían continuar.
Retiros inesperados
1981, jueves anterior al Gran Premio de Italia. Williams es el equipo dominador con el campeón 1980, el australiano Alan Jones y el argentino Carlos Reutemann. En la pequeña casa rodante que el equipo utiliza para las reuniones de ingenieros y pilotos, se reúnen Frank Williams, dueño del equipo y Jones.
Siempre directo, sin filtros, el australiano se lanza: —Frank, lo siento, no voy a continuar. No puedo, no quiero, me vuelvo a Australia. —Pero Alan, ¿si me habías dicho que seguirías? Te necesitamos. —Imposible Frank, lo siento pero la decisión ya está tomada.
Así, de repente, un piloto que seguía siendo ganador aunque tenía 35 años, lo dejaba, en la plenitud de sus condiciones. Hizo dos intentos fallidos de volver pero ya su alma estaba con los canguros y las explotaciones agrícolas en la vasta Australia. «Estaba cansado, aburrido, los coches eran demasiado duros y me estaban arruinando la columna vertebral, no tenía tiempo para estar lo suficiente con mi familia y amigos en Australia. Ya no valía la pena«.

El escocés Jackie Stewart lo dejó al finalizar 1973 con tres títulos ganados y, en ese momento, el que era el récord de victorias en F1, 27. Stewart se apartó para sobrevivir y porque ya tenía lo que para él eran suficientes ganancias.
En los años 70 los pilotos corrían riesgos de muerte similares a los de los años cincuenta. Sorpresiva, en cambio, fue la salida de Nico Rosberg, anunciada cinco días después de haber conquistado el cetro mundial luchando con su compañero de equipo, Lewis Hamilton.
Diría: «No estaba dispuesto a seguir soportando la presión y a mantener el esfuerzo necesario para estar al máximo nivel. Tenía miedo de no estar a la altura de las exigencias. Cuando lo hice fue como entregar mi identidad porque hasta entonces toda mi vida transcurría en torno a la competición. Fue un golpe duro pero fue mi decisión«.
Sir Lewis Carl Hamilton es muy exigente consigo mismo y con sus equipos. Si continúa perdiendo como lo viene haciendo es casi seguro que él mismo tomará la decisión. Aun así, Ferrari le defiende y desde el punto de vista de marketing, aunque sus resultados estén por debajo de las expectativas, con Hamilton vestido de rojo, la legendaria marca italiana sigue ganando en ventas y beneficios. Por ello, muy difícilmente, el inglés vaya a colgar el casco antes de finalizar 2026, cuando vence su contrato. Quizás la edad quiera retirarlo pero, de momento, el marketing le obliga a seguir.