El Grupo BMW celebra los cien años de la mítica limusina con una edición de lo más especial, vinculada al agente secreto más famoso de la historia. Hay días que se convierten en recuerdos sin fecha de caducidad. Y luego está el 24 de mayo de 2025 en Villa d’Este, cuando el sol se deslizaba como oro líquido sobre las aguas del lago de Como, y Rolls-Royce decidió que el mejor lugar para celebrar los 100 años del Phantom era este rincón del mundo donde el tiempo se detiene y el automóvil deja de ser transporte para convertirse en arte.
Phantom Goldfinger: lujo, arte y emoción sobre el lago de Como

Ese día conocimos el Phantom Goldfinger, una creación única, tan cinematográfica como espiritual, que reescribe la historia del lujo rodante con caligrafía de oro de 24 quilates. La escena se desarrolló sobre el césped de mosaico del Grand Hotel, donde los murmullos de admiración se mezclaban con el tintinear de copas de champán.
Allí estaba el Phantom Goldfinger: majestuoso, provocador, con la elegancia de un villano con smoking blanco y mirada afilada. Inspirado por la película de 1964 y por el legendario Phantom III Sedanca de Ville de 1937 que condujo Auric Goldfinger, esta unidad única –una Phantom Extended– no es solo una oda al cine, sino una demostración extrema de lo que el departamento Bespoke de Rolls-Royce es capaz de crear cuando el cliente sueña sin límites. El coche deslumbra antes incluso de arrancar.

Su pintura metálica parece oscilar entre el gris y el dorado según cómo incidan los rayos del sol, mientras que los detalles en oro macizo –sí, oro auténtico de 18 y 24 quilates– realzan cada línea con un magnetismo que escapa a la lógica industrial. No es ostentación, es narrativa visual. Cada inserto dorado tiene un propósito: los marcos de las puertas, los umbrales iluminados, la insignia Spirit of Ecstasy que ahora parece más diosa que nunca…

Rolls-Royce Goldfinger un siglo de Phantom
Todo recuerda que este coche no es un homenaje, sino una interpretación artística del espíritu Bond. Y sin embargo, más allá de lo tangible, lo que hace al Phantom Goldfinger realmente fascinante es su carga emocional y simbólica. Dentro, los paneles interiores cuentan historias: mapas de los lugares clave de la película, referencias ocultas a los personajes, texturas que evocan tramas de espionaje y la mejor artesanía. En el centro del salpicadero, una vitrina de marquetería, que simula el mecanismo de una caja fuerte, oculta una réplica miniaturizada del famoso Aston Martin DB5 de Sean Connery.

Es un Rolls-Royce que homenajea a otro icono británico. Solo ellos podrían permitirse ese guiño sin sonar presuntuosos. Pero el Phantom Goldfinger no estuvo solo. Junto a él, el Phantom III Sedanca de Ville de 1937, original del rodaje, se exhibía como un fantasma del pasado que había regresado para presenciar cómo su legado no solo se mantiene, sino que renace en una nueva dimensión. A su alrededor, Rolls-Royce desplegó una exposición de ocho obras de arte creadas por los diseñadores de Goodwood, cada una representando una generación del Phantom en el estilo artístico de su época: del art déco al futurismo digital.

Una narrativa visual de cien años en ocho lienzos, que demuestra que el Phantom no ha sido solo un coche, sino un actor protagonista en la historia del siglo XX y XXI. El desfile de apertura también trajo otro guiño a la realeza sobre ruedas: un Phantom V, inmaculado, que desfiló frente a los asistentes como lo hicieron antaño los vehículos de jefes de Estado, artistas inmortales y figuras que cambiaron el rumbo del mundo. Fue un recordatorio sobrio de que el Phantom es más que un producto: es un símbolo de poder, influencia y trascendencia.
Al despedirme del Goldfinger, justo antes del atardecer, no pude evitar pensar que, más que un automóvil, es una obra de teatro inmortalizada en metal noble, cuero curtido con precisión y maderas que parecen hablar en voz baja. Rolls-Royce no ha construido un coche: ha esculpido una historia que une al cine, al arte y al lujo extremo en una misma carrocería.
En Villa d’Este, donde los relojes se deshacen en las manos del tiempo y los coches hablan en voz baja con los dioses, el Phantom Goldfinger fue mucho más que una premiere. Fue una declaración. Rolls-Royce no solo celebra cien años del Phantom: proclama con orgullo que la eternidad tiene carrocería propia.