Gordon Murray S1 LM y Le Mans GTR

Gordon Murray S1 LM y Le Mans GTR

COMO SI ALGUIEN HUBIESE de Le Mans y la hubiera reedita­do en fibra de carbono, Gordon Murray ha devuelto a la vida no uno, sino dos tributos modernos al mito que él mismo creó en los 90: el McLaren F1 GTR, aquel coche que ganó la carrera más dura del mundo en 1995. Ahora, el S1 LM y el Le Mans GTR rees­criben esa historia con precisión de neuroci­rujano, corazón atmosférico y una reverencia absoluta por la era dorada del automovilismo.

Gordon Murray

El renacimiento del McLaren F1 GTR en clave moderna

Ambos modelos parten del ya icónico GMA T.50, pero cada uno lleva su homenaje por caminos distintos. El primero, el S1 LM, nace como encargo de un cliente que pidió re imaginar el GTR con los ojos del presen­te. Solo se fabricarán cinco unidades, todas ya adjudicadas.

El segundo, el Le Mans GTR, está limitado a 24 ejemplares, uno por cada hora de la legendaria carrera francesa. Y aun­que ambos comparten alma –el V12 atmosfé­rico Cosworth que rinde a más de 12.000 rpm y una caja manual de seis marchas–, su ejecu­ción no podría ser más distinta.

El S1 LM es un destilado visual del F1 GTR. Basta mirar su zaga con cuatro escapes centrales, pilotos traseros redondos bajo una rejilla y ese alerón que parece suspendido por puro respeto al aire. Su silueta evoca a los co­ches de resistencia de los años 90 sin copiar ni calcar, con llantas de tuerca central, gran­des entradas laterales, un frontal bajo con fa­ros apenas sugeridos y una toma de aire en el techo que canaliza tanto el oxígeno como la nostalgia.

Gordon Murray S1 LM interior

El habitáculo sigue la misma filo­sofía, tres plazas, volante de carreras, palanca manual, Alcántara y costuras en damero so­bre el cuero, como si se tratara de un concept car sacado directamente de la mente de Mu­rray, una mente prodigiosa y con un concepto del estilo realmente único. El motor V12 de 4,3 litros supera los 700 CV y es una sinfonía de aspiración natural que desafía a la electrificación y al olvido, se mete de lleno en la lucha contra los griteríos del ecologismo y los destructores del arte. Su régimen vertiginoso y el hecho de que no haya intermediarios entre el conductor y la mecánica hacen del S1 LM una pieza de colec­ción.

No se ha revelado el precio, aunque algunos medios se han aventurado a tirar una cifra al aire, esta, parece estar muy lejos de la reali­dad, a la baja por supuesto, estamos ante pie­zas del museo más exclusivo del automovilis­mo que fácilmente alcanzaran los 15 millones de euros.

Pero, seamos honestos, no hace falta hablar de su precio, este coche no se vende, se custodia, se blinda y se protege como el dine­ro del MGM Grand de Terry Bennedict –bue­no, un poco mejor, no queremos visitas ines­peradas de Dany Ocean–. MÁS RADICAL Por su parte, el Le Mans GTR adopta una narrativa más radical, inspirada en los proto­tipos longtail de los años 70, 80 y 90, desde el Porsche 917 hasta el Matra-Simca MS660.

Gordon Murray S1 LM trasera

La leyenda de Gordon Murray

Aunque utiliza el mismo V12 Cosworth de 3,9 litros, en este caso ha sido limitado a 663 CV, casi todo en él ha sido reconfigurado para maximizar la eficiencia aerodinámica, faldo­nes laterales, difusor de doble canal, alerón trasero completo y nuevas entradas de aire. Incluso el característico ventilador del T.50 ha desaparecido, aquí, la carrocería hace todo el trabajo, los caballos de diferencia son im­perceptibles ante su festival aerodinámico.

El interior también ha sido revisado, aun­que sin perder ergonomía ni esencia. Asientos rediseñados, salpicadero modificado y pedales con nuevos compuestos aseguran que, pese a su carácter de pura sangre, el coche siga siendo habitable.

La suspensión más rígida, los neu­máticos Michelin Sport Cup 2 más anchos y el sonido afinado del escape –grave, equilibrado y directo al alma– completan el guion técnico de este hiperdeportivo de colección. Gordon Murray lo resume así:

“Los coches de carreras longtail combinan perfectamente beneficio aerodinámico y equilibrio estético. Siempre me ha encantado su mezcla de in­geniería y diseño fluido”. Y estas dos nuevas creaciones no son simples homenajes, son la secuela perfecta de una historia que ya era leyenda, interpretada con herramientas mo­dernas pero el mismo corazón analógico y pi­xelado que a todos nos hace recordar aquellos tiempos donde éramos felices.

Gordon Murray

En un mundo que avanza hacia el silencio, Murray ha decidi­do grabar su grito más desgarrador y enérgico. UN INGENIERO COMO POCOS No es casualidad que solo él pudiera firmar esta doble obra. Gordon Murray no es un di­señador de coches al uso, es un director de orquesta de la ingeniería.

Nacido en Durban, Sudáfrica, en 1946, su carrera se consolidó en la Fórmula 1 con Brabham y McLaren, firman­do coches como el BT46B con ventilador –pro­hibido tras una sola victoria– y revolucionando conceptos aerodinámicos en cada escudería que tocaba.

Pero su consagración definitiva llegó en 1992, cuando presentó el McLaren F1, un supercoche de tres plazas con motor V12 atmosférico, sin asistencias electrónicas, que aún ostenta el récord de velocidad para un co­che de producción atmosférico con 391 km/h. Más que diseñar coches, Murray ha diseña­do ideales.

Fundó Gordon Murray Automotive con una misión clara, crear los coches que el mercado ya no se atrevía a fabricar. Coches li­geros, puristas, de culto instantáneo. El T.50 ya lo dejó claro. El T.33 amplió el mensaje. Y aho­ra, con el S1 LM y el Le Mans GTR, ha demos­trado que el pasado no es una excusa, sino una promesa, un pacto irrompible.

En estos dos nuevos modelos, la historia, la técnica y el alma se entrelazan con la perfección de un buen guion. Son un cierre de círculo. O quizá, el pró­logo de una trilogía que aún no ha terminado. Sea como sea, solo cabe rendirse ante este ser humano con mente sobrenatural, creador de culto, sentenciador de cátedra y creador de la religión más pura del automovilismo.

Gra­cias, don Ian Gordon Murray, por tu geniali­dad, por tu demencia transformada en per­fección absoluta y sin medida. Alguien tenía que pensar en los verdaderos amantes del au­tomovilismo, y desde el siglo pasado, algunos ya sabían que tú eras el elegido.