El showman y presentador estadounidense Jay Leno posee una de las colecciones más fantásticas del planeta: 275 coches y 117 motos con un valor de unos 350 millones de dólares, y se conoce al dedillo cada uno de ellos. La leyenda de los talk shows nos enseña su garaje y nos pregunta con cual queremos dar una vuelta…
Separado por una valla alta de la pista principal del aeropuerto de Burbank (California), dos discretos hangares guardan la colección de automóviles de Jay Leno, un icono de la televisión estadounidense. Mientras lo más destacado de la exposición se muestra en un lateral de la nave principal, en el edificio “pequeño” dispone de un gran taller con cuatro elevadores, una cabina de pintura y hasta una impresora 3D. También hay vehículos de todas las épocas, y cerca de la puerta principal encontramos un bar estilo años 60 y un gran frigorífico. Respecto a la oficina, la única concesión a la estética actual son un par de ordenadores.
Cada pared está decorada de arriba abajo con posters, cuadros, enormes fotos, anuncios publicitarios antiguos, viejas matrículas, piezas de recambio o incluso carteles luminosos de neón. Aquí trabajan a tiempo completo cinco o seis personas, electricista, chapista, pintor, tornero o mecánico, hombres con mirada astuta, manos de oro y amor por los ingenios mecánicos anteriores a la etapa de los catalizadores y los híbridos. Como Helga, la alemana que trabaja como asistente de Jay Leno desde hace más de veinte años. Todos ellos parece ser amigos, no solo empleados, y les une el respeto por el jefe y su ardorosa pasión por la maquinaria más exquisita.
El sonido de un poderoso V8 anuncia la llegada de Leno, que aparece al volante de un Monteverdi 375L de color marrón. Alto y corpulento, se le ve apretado dentro del elegante GT suizo, y lo aparca con precisión entre un nuevo Honda NSX y un viejo Mercer de carreras. Vestido con sus habituales camisa y pantalón vaquero, nos recibe con una amplia sonrisa: “¿Bueno, dime, con cual de estas bellezas te gustaría ir a dar una vuelta?”
El gusto de Jay Leno para los coches es especial, diferente, lleno de sorpresas. Ejemplo de ello es que siente debilidad por los motores de vapor, ya sean estacionarios o instalados en un vehículo. “Son los más complicados para restaurar”, nos dice. El Doble convertible rojo y gris (foto inferior) es uno de sus coches favoritos, y solo se fabricaron unas 40 unidades. Para arrancar había que esperar unos 30 segundos para que hubiera suficiente presión de vapor en el sistema. El combustible era queroseno, el motor bicilíndrico y montado horizontalmente, y empleaba una caldera y un quemador para producir el vapor. Con un depósito de unos 90 litros de agua podía recorrer más de 2.000 km. sin parar. El de Leno perteneció al magnate Howard Hughes y logró alcanzar más de 200 km/h.
Curiosamente no es aficionado a los Ferrari, pero tiene también un McLaren MP4 y un F1 de los años 90 (de los que se cotizan en 10 millones). “Gordon Murray es un genio. El F1 es tan fantástico como puede ser un deportivo, fruto de un diseñador al que le han dejado libertad para crear. También me encanta el LCC Rocket, que fusiona elementos de un coche de carreras con componentes de moto para alcanzar la perfección”. Pesa solo 381 kg. y rinde más de 170 CV, y por supuesto tiene uno de esos pequeños monoplazas aparcado cerca.

Todos los coches de Leno están matriculados, asegurados y listos para rodar. Arrancan a la primera y tienen gasolina, de modo que lo único que la única comprobación previa que necesitamos es la presión de los neumáticos. Los principios de Jay son claros: “ningún coche está en venta a no ser que lo saque a subasta para obras benéficas; como norma, conduzco un coche diferente cada díamotor de aviación Merlin de 27 litros.
En un gran cartel se puede leer: “My garage, my rules” (mi garaje, mis reglas), y ese principio es lo que inspira todo lo que vemos por aquí. Hay una vieja manilla rota que parece tener difícil arreglo, pero se reproducirá gracias a esa impresora 3D que pronto convertirá en obsoletos a ciertos catálogos de recambios.
Comenzamos a seleccionar siete coches que Leno podría conducir durante la próxima semana. El Stutz Bearcat de 1918 no puede faltar. Lleva el acelerador entre el freno y el embrague y también tiene su historia. “El coche perteneció a AK Miller, un hombre de negocios de Vermont que controló Stutz motor cars. Hizo fortuna vendiendo girocópteros al gobierno, y acabó viviendo en una choza. Cuando murió tenía un cofre lleno de lingotes de oro”. Otra rareza imprescindible es una especie de Mercedes 190 SL con bótox travestido en un Studebacker. ¿O es un Studebacker Hawk con el morro de un Mercedes? Pues no, es un Mercbaker, vendido por los concesionarios Studebaker/Mercedes antes de que la marca americana cerrara en 1966.

El majestuoso Duesemberg de 1928 era el modelo más caro de la marca. Comprado nuevo por Eli Lilly, el magnate farmacéutico, con el tiempo degeneró en una especie de grúa, hasta que Leno lo compró y lo restauró. Un Lamborghini Miura y un Dodge Challenger R/T, ambos de color naranja, sirven para comenzar el día con energía. Un rarísimo Panhard Dyna berlina y un Mazda Cosmo con motor Walkel completan la lista de coches para la semana. “Pero, ¿cuál es tu modelo favorito de todos los que hay aquí?” nos pregunta Leno.

Podría haber elegido algo cuyo precio tiene seis o siete ceros, pero el corazón me dice que me quede con un precioso Hudson Hornet verde oscuro de dos puertas (para quien no lo identifique, es como el que sale en la película Cars, el coche de la NASCAR retirado). ¿Por qué esta elección? Porque el Hornet es una sensacional mezcla de elementos. Su diseño es llamativo y extravagante, el interior resulta muy evocador, y además está genéticamente conectado con la versión de competición que ganó 27 carreras NASCAR en 1952. Las puertas de abren como las de una bóveda y el asiento en forma de banqueta corrida te permite deslizarte. Las ventanas son muy pequeñas y los tonos verdes y los cromados combinan a la perfección.
Jay arranca el motor, pisa el acelerador, espera un poco a que se estabilice y luego se mueve hacia la derecha para dejarme sitio al volante. Adaptarse al embrague es fácil, pero el motor de seis cilindros en línea y 5 litros ofrece tanto par que se puede usar la tercera la mayor parte del tiempo. Rodamos a unos 80 km/h tratando con suavidad el acelerador, acostumbrándonos a la dirección y algo desconfiados respecto a los frenos. Pronto tanto el dueño como el conductor pueden rodar relajados.

Aquí hay ejemplos de la mayoría de los grandes coches americanos de antes y de después de la II Guerra Mundial. La pareja de Chrysler 300 es sensacional, como sus opulentos interiores. “He estado a la caza de este Imperial del 56 durante años”, nos dice Leno con una risa alegre. “Pero fue el último coche del marido, y su gorra de almirante aún estaba en la bandeja trasera. Su viuda quería dejárselo al sobrino pero este tenía poco interés, así que llegamos a un acuerdo”. Más bruto es el Ford Galaxie 7 litros, una meticulosa recreación del coche que tuvo su padre cuando Jay era un niño.

También brilla majestuoso el Packard Twin Six de doce cilindros cupé de 1928. Además de una pareja de Mustang Shelby y otros dos Corvette hay nada menos que cuatro Duesemberg SJ, unos titanes que 85 años después de su fabricación siguen siendo unas fascinantes representaciones del capitalismo. Detrás de tres Viper hay más Hudson, esta vez de cuatro puertas y color crema. “A pesar de su edad, la señora era rápida como el demonio. Había comprado el coche en 1956 e insistió en que para probarlo vinieran “los niños”, que ahora tienen 70 y 72 años. Nada más subir empezó a hablarme de ellos como si fueran unos adolescentes”.

Si Hudson llegó a ser el tercer fabricante americano, muy pocos han oído hablar del gigantesco Blastolene Special, lo cual no es raro teniendo en cuenta que Leno tiene el único que existe. Este monstruo lleva un motor de carro de combate M47 con 1.600 CV acoplado a una caja automática de seis marchas, una especie de Fiat Mefistofele (que incorporaba un motor de avión) en plan moderno con aspecto de dragster antiguo, pero con ruedas más anchas y frenos más potentes. También es parte de la “sección” de disparates y excesos mecánicos el Oldsmobile Toronado, con aspecto de coche de serie pero con un motor Corvette biturbo de 1.000 CV. El Toronado llevaba tracción delantera, pero para este crearon un nuevo chasis con tracción trasera. “Adelantar a los Porsche y los Ferrari con este coche es un placer que no tiene precio”, nos dice.

Un número similar de sonrisas produce el Lagonda V12 réplica de 1939 basado en un Bentley. Está aparcado junto a un levemente modificado (para los estándares de Leno) Bentley Speed 6 que ganó las 24 Horas de Le Mans en 1929 y 1930, y que tiene un valor enorme. “¿Por qué modificar un clásico legendario? Le preguntamos, “Para hacerlo conducible en el tráfico actual. Lleva nuevos carburadores, un encendido fiable y una caja de cambio que funciona. Intento evitar cualquier cosa que el cambie el carácter”.

Sin intentarlo, este petrolhead de 66 años nos tiene impresionados. Le vemos luchando con otro mastodonte, un Fiat Botafogo de 1917 con motor de seis cilindros y 21.7 litros que suelta aceite por las válvulas y los balancines. Bombea gasolina mediante una palanca que hay en el cockpit y sincroniza el embrague y el acelerador, mientras la transmisión por cadena da tirones sobre las finas ruedas traseras. Cada coche aquí tiene su propio temperamento, sus fobias y excentricidades. El Stutz, además de otros, fue equipado con indicadores via Bluetooth para hacerlo legal y que pudiera rodar por las calles. El motor del Toronado funciona con metanol, la moto Y2K incorpora una turbina de helicóptero… “Como puedes ver, simplemente soy un amante de cualquier ingenio mecánico”, nos dice. Como el simpático microcoche Indian 4 diseñado y construido por un chaval de 17 años de Minnesota durante la Gran Depresión. “Para probar su valor lo condujo desde Alaska hasta San Diego (California) y nada falló”.

El Pierce-Arrow 66 con bloque de seis cilindros en línea en aluminio y doble encendido dispara el entusiasmo de Leno tanto como otras creaciones modernas. Es el caso del Lotus Elan con 225 CV o el “cocktail” Jaguar E que lleva la base acortada, la parrilla y el motor V12 de un S3 y los faros y la trasera de un S1. Al Detroit Electric sedanette de 1914 le ha colocado el grupo propulsor de un Tesla… “El producto americano más fascinante que poseo es quizá el Chrysler propulsado por turbina, uno de los tres que se fabricaron. Totalmente libre de vibraciones y tan melódico como el motor de un jet, este modelo con 53 años es parte de la historia y se siente futurista incluso hoy. La turbina no necesita un circuito de refrigeración separado y puede quemar cualquier combustible, desde tequila a Chanel Nº5”.

Por principio Leno no quiere elegir un favorito, y cuenta también con coches más o menos convencionales y asequibles como un Mercedes E55 AMG o un Maybach moderno, basado en Clase S. También tiene varios Porsche, incluyendo un Carrera GT. Los Panhards franceses le parecen muy lentos y difíciles de arrancar, y respecto al Delorean considera que “OK para la película, pero no para mucho más”. El hombre que prefiere una mujer y veinte coches a veinte amantes y un coche, tiene piezas de muchísimo valor, como un Duesemberg X, el McLaren F1 o un Ford GT40 de 1966 con el número de chasis nº1. Pero no le interesa el dinero. “Compro por placer, no como inversión. Por eso no me importa modificar una pieza de arte automovilístico a mi gusto. Es una pasión, pura diversión, como una droga. Mi sala de estar es mi garaje, de modo que mi mujer siempre sabe donde encontrarme”.
Leno y sus cinco Lamborghini

Dos Miura, dos Espada y un Countach, no está mal para un hombre que, curiosamente, solo tiene un Ferrari, un 308. El Miura amarillo de 1967 perteneció a Dean Martin, el cantante y showman colega de Frank Sinatra (que tuvo otro Miura). Luego el coche lo tuvo su hijo Dino, quien sufrió con él un pequeño accidente (por lo visto lo conducía hasta el high school) y se lo dio a un amigo para que lo reparara. El coste al parecer superaba el valor del coche en aquellos momentos, y fue entonces cuando Leno aprovechó para comprarlo. El valor de los Miura no ha dejado de subir en los últimos años. Un P400 S como el de la foto puede superar el millón de euros, y más de dos si es un SV, el “pata negra” de los Miura.