El Caterham Seven lleva en producción desde 1973, siendo el 620R el más potente de la historia de la marca. Cuenta con 310 CV que considerando su peso y protección, es una locura que consigue llevarlo a los 100 km/h en menos de 3 segundos. Una vez a los mandos llama la atención la poca protección contra el viento y la lluvia. El motor gira, como en un coche de carreras, y al engranar la primera se oye un ruido mecánico que nos recuerda que no es un deportivo de lujo. Las ruedas del Caterham, de solo 13” llevan neumáticos slick con un ligero rayado para que sean legales y agarran muchísimo una vez que se calientan. Al soltar el embrague se consigue una aceleración instantánea, el 620R es un coche muy rápido y violento.
El Atom proporciona una experiencia todavía más intensa. Aunque no es el producto más potente de Ariel el 3.5R es probablemente más rápido en un circuito virado y es que 350 CV son muchos para un peso de solo 520 kg. La protección contra los elementos es nula así que más vale llevar un casco integral. La aceleración es explosiva, llegando a los 100 km/h en unos 2,5 segundos. Claramente, hay diferencias fundamentales comparándolo con el Caterham, todo es mucho más moderno y sofisticado, teniendo el motor en la parte trasera. No tiene carrocería, solo un esqueleto que deja a la vista la exquisitez de los elementos mecánicos, amortiguadores Ohlins y el sistema de frenos. Es un coche rapidísimo, con los pegajosos neumáticos delanteros permitiendo un paso por curva muy alto y un motor que consigue una aceleración explosiva, de las que tira la cabeza para atrás.
El RXC representa una filosofía muy diferente. La empresa que lo fabrica, Radical, es más conocida por sus coches de carreras. El RXC es su primer intento de hacer un coche de calle. Tiene suspensión de carreras, una caja secuencial de siete marchas y una aerodinámica muy estudiada. El interior tiene elementos de lujo como el cuero, aire acondicionado o espejos eléctricos. Hay dos versiones de RXC disponibles, uno con un motor de 3,7 litros y 380 CV y un Turbo. Cuenta con 530 CV y sus 1.150 kg lo hacen sentir pesado comparado con sus compañeros de prueba. Pero sus habilidades vienen de su equilibrio general. El chasis, los frenos, la entrega de potencia, la tracción, la aerodinámica, todo combinado para conseguir un arma muy efectiva.
La respuesta del motor es más suave, los cambios menos bruscos y las sensaciones están más filtradas. El disfrute viene de la sensación de eficacia, de conseguir una vuelta lo más rápida posible en un coche construido por ingenieros de competición. Se puede entrar en las curvas muy rápido y abrir gas muy pronto confiando en que el apoyo aerodinámico ayude a encontrar tracción a los neumáticos traseros. Ello unido a los mejores frenos de la comparativa hacen que el RXC sea el más rápido.
Pero no todo es circuito y estos coches tienen la capacidad de circular por vías públicas. Son raros, poco prácticos y realmente están fuera de su ambiente. Pero en un mundo cada vez más restringido, con ABS, airbag y controles de estabilidad obligatorios, estos tres modelos representan un acto de rebeldía que merece la pena reconocer.