Las noches de verano son el escenario soñado para disfrutar de biplazas como estos. Dos deportivos de película que, solo con su espectacular diseño, parecen anunciar lo que ruge en su interior. Lo normal es que detrás de los asientos encontremos un V8 –como Ferrari o nuestro McLaren– o un V10 –como Audi o Lamborghini–. Pero no es el caso del BMW i8 Roadster, que lleva un bloque de tres cilindros como el que emplea el Mini Cooper. ¿Por qué este minimalismo?
BMW podría haber hecho un biplaza con motor central equivalente al McLaren, usando cualquiera de los excelentes seis cilindros en línea o V8, ambos biturbo, que montan en sus modelos M. Pero no quisieron. Cuando el i8 se presentó en 2014, BMW sorprendió al mundo al abrir un nuevo camino para los deportivos. Mostraron un modelo de solo 1.5 litros turbo, híbrido y enchufable, más comprometido con la ecología y también más políticamente correcto. Y ojo porque en Alemania los “verdes” fueron la segunda fuerza política en las elecciones europeas. Por tanto, el i8 con sus 374 CV es un escaparate tecnológico, una brillante demostración de capacidad técnica de BMW.

El McLaren es otra cosa, un supercoche desarrollado con el simple objetivo de ser muy bello, muy rápido y muy emocionante. Lógicamente, cuando se lanzó el 720S Coupé en 2015 –el Spider llegó en 2017– también se buscaron unos consumos razonables, pero la sostenibilidad no fue su razón de ser. Es ligero, de reacciones inmediatas, y su mecánica 3.8 V8 biturbo de 570 CV y 600 Nm tiene mucho, mucho carácter.
¿En qué se parecen el i8 Roadster y el 570S Spider?
Esta es una comparativa bastante asimétrica, tanto por potencia como por precio, pero puede haber aficionados que duden entre estos dos modelos. Si fueras un visionario informático te pegaría más el i8, e incluso si brillaras como rapero; hace un año, en Florida, acribillaron a XXXTentacion dentro de su i8 negro.

Ambos deportivos emplean una estructura central de fibra de carbono con subchasis delantero y trasero de aluminio. Pero el i8 pesa bastante más –1.595 kg en seco frente a los 1.359 del inglés– debido sobre todo a que la batería es muy pesada. Los dos modelos llevan techos de accionamiento electrohidráulico que tardan en plegarse 15 segundos, de lona el del BMW; y rígido, de dos piezas, el del McLaren. Los dos pueden accionarse en marcha. Ofrecen solo dos plazas, porque el i8 Roadster pierde los dos pequeños asientos traseros que sí lleva el i8 Coupé.
Basta con mirar la relación peso/potencia de cada uno para hacerse una idea de la gran diferencia que hay en cuanto a prestaciones. La del i8 es de 234 CV/tonelada, mientras que la del 570S es de 420 CV/Tn. En aceleración no hay tanto margen como podría imaginarse, ya que el McLaren pasa de 0 a 100 km/h en 3,1 segundos y el BMW, en 4,6. Esto se debe sobre todo a la entrega inmediata de par del motor eléctrico del i8 y a su tracción total.

Nos sentamos en el BMW i8 Roadster y creemos que su interior es uno de los más “espaciales” del mercado, y conquistará a los amantes de la última tecnología. Entrar y salir no es especialmente cómodo en ninguno de ellos, con el asiento muy cerca del suelo y el borde del bastidor de carbono elevado. El interior del McLaren es más serio, más austero y más de carreras. La posición de conducción, tan buena como la del BMW. A diferencia del i8 y de otros supercoches, el volante del McLaren no lleva mandos ni botones, y la instrumentación es una pantalla de TFT.
El i8 dispone de cinco modos de conducción, de más cómodo y burgués a más radical. Dos en modo eléctrico y tres en modo híbrido, incluyendo “Sport”. El BMW sorprende a los que lo conducen por primera vez, porque muchos esperan algo más bien light. La realidad es que es un gran deportivo, rápido y divertido de conducir, que entra muy bien en las curvas y que da mucha confianza a su conductor. Además emite un bonito sonido y resulta bastante cómodo para viajar.

Versión mejorada
El año pasado el i8 recibió una actualización técnica y su e-motor –que da tracción al eje delantero– rinde ahora 143 CV –antes 131 CV– que se suman al de gasolina, que sigue ofreciendo 231 CV y que impulsa el eje trasero. La potencia del i8 ha aumentado junto a la capacidad eléctrica, ya que la batería pasa de tener 5,2 kWh útiles a 9,4 kWh. También tiene más autonomía en modo eléctrico puro, y pasa de 37 a 55 km. Más ventajas: puede rodar en modo eléctrico a un máximo de 105 km/h, antes a solo 70 km/h. No obstante, su dirección transmite menos que la del McLaren, y además lleva unos neumáticos estrechos y específicos para él: 195/50 delante y 215/45 atrás, sobre llanta de 20’’. Por eso su precisión y su paso por curva es claramente inferior al del 570S.

Algo positivo y peculiar es que el e-motor ayuda al salir de las curvas de baja y media velocidad. En ciertos momentos puedes notar cómo el motor de tres cilindros empuja atrás y el eléctrico delante, lo que produce cierto subviraje. También puede sobrevirar en curvas lentas. Otra gran ventaja es el consumo medio que oficialmente es de 2 litros, porque en las pruebas de homologación hace parte del recorrido solo con el motor eléctrico. Aun así gasta muy poco, y rodando tranquilo en carretera es fácil rondar los 6 litros. En el McLaren es difícil bajar de 12.
Comenzamos a conducir el deportivo inglés y la sensación es de facilidad. La visibilidad es buena incluso hacia atrás, y la suspensión y el cambio, suaves y progresivos. Como en todos los McLaren, el carácter del coche se puede modificar mediante dos mandos giratorios (“H” para “Handling”; “P” de “Powertrain” para motor y cambio) que regulan la respuesta. Ofrece tres posiciones: “Normal”, “Sport” y “Track” (circuito), y la caja de cambios de doble embrague de siete marchas es magnífica, invitándote a usar las levas una y otra vez.

El 570S Spider tiene la gran virtud de que, gracias a la inmediatez de reacciones y al sonido, transmite incluso rodando despacio. Por supuesto lo mejor llega al hundir el pie derecho. Es tan ligero, preciso y equilibrado, y con una dirección tan brillante, que en las carreteras de montaña también puedes rodar mucho más rápido de lo que recomienda el sentido común. Los frenos cerámicos de serie son potentísimos, y rodando a 200 km/h pueden parar el coche en 5,3 segundos o 130 metros. Como referencia, la sensación es de que empuja como un Porsche 911 Turbo o un Nissan GT-R,
pero más ligero y con el centro de gravedad más centrado. Por eso permite una velocidad de paso por curva altísima.

También es noble si quieres jugar con él en un circuito. Además, el V8 biturbo resulta omnipotente, y recupera con rabia a cualquier régimen. Es capaz de acelerar de 0 a 200 km/h en 9,6 segundos, y puedes ver el indicador del velocímetro pasar de 180 a 240 km/h en unos instantes. En definitiva, el McLaren, aunque gaste el doble de gasolina, emociona de una manera que el i8 no puede igualar. Otro cálculo numérico interesante es ver lo que pagas por cada CV, dividiendo el precio entre la potencia. Así, cada CV del i8 Roadster sale por 433 euros, frente a los 422 del 570S Spider.

No hay duda de que el i8 es muy eficiente, un vehículo lúdico absolutamente espectacular. El problema es que unas sensacionales cifras de consumo nunca nos han emocionado. Si eres un fan de las tecnologías limpias y la ecología posiblemente el i8 Roadster es tu coche, aunque también habrá quien simplemente se enamore por su línea y su futurismo. Probablemente cada día mueran tipos que se comprarían un 570S (o un BMW M4) y nazcan niños que se comprarán algo parecido a un i8. Pero nosotros elegimos la emoción extrema al volante, la pegada del McLaren y sus sensaciones de competición. Quedarnos con el i8 sería muy frío, algo así como elegir una novia porque se gasta un 80% menos del presupuesto en Zara…
Por: Guillermo Lahoz