Alex Soler-Roig a los 90

El piloto barcelonés compitió en la Fórmula 1 entre 1970 y 1972 y logró grandes éxitos en carreras de turismos. Todo un caballero de los circuitos, hoy sigue al pie del cañón y CAR le rinde homenaje.


Siempre es un privilegio poder pasar un rato junto a Alex Soler-Roig (Barcelona, 1931), que sigue conduciendo y mantiene viva su pasión por el automóvil. Con motivo de su 90º cumpleaños, su hijo Miguel Soler-Roig Juncadella quiso darle una sorpresa. La cita fue en las instalaciones de Francisco Pueche en Madrid, referencia en el mundo de los clásicos desde 1968. Allí el veterano piloto se reunió con un Pegaso Z-102, un coche como el que compró su padre, el célebre cirujano Josep Soler-Roig, y con el que Alex logró éxitos deportivos. Como la Subida a Montserrat de 1959, la última victoria de un Pegaso. Sesenta y tres años después, la peculiar palanca de cambios anatómica le resulta evocadora. En 1960 se casó y prometió a su mujer que no correría más, pero solo pudo cumplir su promesa durante tres años. “Dijo que se divorciaría pero no lo hizo, aún la tengo al lado”. Soler-Roig nunca se ha prodigado en entrevistas ni ha buscado el reconocimiento que merece, pero compitió en casi todas las grandes pruebas. Empezó ganando en los rallyes nacionales (disputó también el Montecarlo) y después se pasó a los circuitos y subidas en cuesta, donde fue bastante fiel a Porsche. Con la marca (Porsche 907/6 Langheck) corrió en las 24 Horas de Le Mans de 1968. En 1969 se inscribió el 908 de la escudería nacional CS, pero no llegó a participar. Volvió en 1972 con un Ford Capri, clasificándose 11 en la general y segundo en su clase. También corrió en las 24 Horas de Daytona, las 12 horas de Sebring o las 6 Horas del Jarama, donde venció junto a su amigo Jochen Rindt. En 1970 llegó a conducir un Porsche 917, con el que ganó seis de las siete carreras en las que participó. Su primera carrera de F1 fue en el Jarama con Lotus, en 1970, sin experiencia con el coche. Luego pasó a March en 1971 y participó en 1972 con BRM, pero nunca tuvo un monoplaza competitivo. En cambio, se impuso en el campeonato de España de Turismos y después pasó al de Europa, donde ganó las 24 Horas de Spa (foto inferior, con Ford Capri), las 12 Horas de Paul Ricard o el ETCC de Zandvoort.


Alex Soler-Roig a los 90

Tras su etapa en la competición se dedicó a sus negocios, especialmente como marchante de arte entre Nueva York, Ibiza y Barcelona. Y de aquellos tiempos conserva amigos como Emerson Fittipaldi (Alex es padrino de su hijo). 

Paseando por la nave de Pueche, casi cada modelo hace que el piloto recuerde una anécdota. Un Alfa Giulietta que vendió cuando se casó, un Maserati 3500 como el que tuvo su suegro o un Jaguar Mk II 3.8 que trajo de Londres a Barcelona en un avión en 1962. Volviendo de París le empezó a rascar la segunda marcha, y cuando llegó a Barcelona lo quiso vender. “Daban un permiso de un año con placa inglesa para correr rallyes. Era la excusa y todo el mundo quería un coche de estos”. El comprador le dijo: “Es un cochazo pero no hace ruido”, así que Alex fue a una tienda de escapes y le quitó el primer silenciador. “Desde entonces siempre compré coche alemán”. Soler-Roig es un joven de 90 años que ha disfrutado la vida como nadie y que sigue levantándose a la hora que sea para ver la F1. Su sobrino Daniel Juncadella, que compite en el DTM, mantiene viva la llama de la competición en la familia.