Este año se cumplen 40 años desde la llegada al mundo del Volvo 262 Coupé, uno de los buques insignia de la marca sueca. Fue presentado en 1977 en el Salón Internacional del Automóvil de Ginebra, y hasta 1981 no dejó de producirse, habiendo vendido un total de 6622 unidades.
Nació para suceder al Volvo 1800 ES, el cual, tras desaparecer en 1973, dejó el puesto de modelo deportivo de alta gama bacante. Ante esta situación, el por entonces director ejecutivo de Volvo, Pehr G Gyllenhammar, decidió tomar cartas en el asunto, y ordeno al diseñador jefe de la compañía que se pusiese manos a la obra. Jan Wilsgaard obedeció, y tras hacer los bocetos de este maravilloso vehículo, optó por fabricar un prototipo. Tomo como base la carrocería de un Volvo 164, que tras pasar por la empresa del diseñador Sergio Coggiola, dejó de ser una carrocería cuatro puertas para convertirse en una de dos.
El 262 llamaba la atención por tener unos montantes del parabrisas muy inclinados, un techo más bajo de lo normal y recubierto de vinilo, un interior decorado con cuero y madera de roble y por ser de los primeros coupes con dos puertas. Respecto al motor, originalmente contaba con un B27E, un V6 de 2.7 litros y 140 CV, que con sus escasos 150 kg obtenía un gran rendimiento. Dicho motor fue sustituido en 1981 por un B28E, el cual proporcionó al coche 14 CV extra.
El 262C se montaba en Italia, más concretamente en Turín, dónde la Carozzeria Bertone se ocupaba de modificar las carrocerías y de pintar y ensamblar el modelo sueco, el cual marcaban con un pequeño emblema de la casa. En los primeros años, el Volvo solo estaba disponible en color plata metalizado con el techo de vinilo negro, pero en 1979 se introdujo el dorado metalizado combinado con un techo sin vinilo.
Desde su nacimiento, la idea de la compañía escandinava era producir 800 unidades al año, expectativas de demanda que pronto se mostraron insuficientes; y todo ello a pesar de que el 262C era el doble de caro que el modelo básico de la serie 200. Sin duda, este fue un coche elegante y rompedor que no dejó a nadie indiferente.